jueves, agosto 30, 2012

Comer poco no prolonga la vida

Un estudio cuestiona por primera vez la «dieta del envejecimiento» La restricción calórica sí mejora la salud.

Años de investigación habían probado con tozudez que comer menos, es decir restringir la ingesta calórica sin llegar a la desnutrición, era la única intervención que puede prolongar la vida. Primero se demostró con animales de laboratorio y se corroboró en un tipo de primates. Pero ahora lo que era válido para los ratones, levaduras, gusanos y moscas parece no serlo para el «macaco rhesus», uno de los primates más parecidos al hombre. 

Una potente investigación del Instituto Nacional del Envejecimiento de Estados Unidos, muy esperada en la comunidad científica, concluye que la dieta no afecta a la esperanza de vida, aunque sí produce grandes beneficios en la salud. En concreto, alejaría la diabetes y enfermedades cardiovasculares, problemas también vinculados a la edad. Reducir en un 30% por ciento las calorías, por tanto, no añadirían más años de vida pero sí nos permitirían vivir delgados y en buenas condiciones físicas.

 

 

25 años de investigación


Los resultados han sorprendido a los propios autores del trabajo que pretendían confirmar las conclusiones de los trabajos anteriores con este experimento iniciado en 1987. Y, sobre todo, ha supuesto un jarro de agua fría para muchos entusiastas de la llamada «dieta del envejecimiento». Algunos científicos basándose en los resultados previos ya habían reducido drásticamente su alimentación con la ilusión de llegar a centenarios. Y otros buscaban un fármaco que consiguiera los mismos efectos que la dieta.

El nuevo estudio, que ahora se publica en la revista «Nature», empezó hace veinticinco años con 121 monos. Durante este tiempo se siguió a dos grupos de «macacos rhesus» de diferentes edades. Uno más joven de entre 1 y 14 años y otro maduro de entre 16 y 23 años que cuando arrancó el estudio estaban en la mitad de su esperanza de vida. La mitad fueron alimentados con una dieta estricta que reducía la aportación calórica en un 30% respecto a los otros. Al final del estudio, los monos tratados no vivieron más que los alimentados generosamente, aunque se vieron diferencias por edades. En el grupo más joven que siguió la dieta sí se vio una tendencia a retrasar las enfermedades relacionadas con el envejecimiento, aunque tampoco vivieron más. En todas las edades, con la dieta también se vio una mejoría general de la salud y de valores clave en la enfermedad, como los triglicéridos o el colesterol.

Rafael del Cabo, uno de los investigadores principales de este trabajo, reconoce su sorpresa con los resultados. Como la mayoría de los científicos que trabajan en envejecimiento, confiaba en reproducir los resultados anteriores. Y, sobre todo, un estudio de la Universidad de Wisconsin donde por primera vez se probó la teoría con una especie cercana a la humana.

¿Por qué las conclusiones son tan dispares entre macacos? La explicación podría estar en el diseño del estudio. Por ejemplo, se utilizó un tipo de alimentación diferente en ambos trabajos. A los animales del estudio de Wisconsin que hacían de control y por tanto no tenían que limitar sus calorías se les permitía comer tanto como ellos querían. En cambio, en este último no se les dejaba comer a voluntad y se les mantenía en un peso considerado saludable. Y quizá por ese motivo no ha habido tantas diferencias.

Los animales de la investigación más antigua también tenían un origen diferente, procedían de la India y los utilizados por el Instituto Nacional del Envejecimiento eran de China con una diversidad genética más amplia.

 

 

Dudas entre los científicos


Sea como fuera, esta última investigación ha generado dudas sobre la únida teoría que generaba consenso. Steven Austad, experto en envejecimiento de la Universidad de Texas (EE.UU), advierte que este trabajo vuelve a demostrar lo importante que en ciencia es repetir los resultados. En un editorial que acompaña al estudio, Austad reconoce que este trabajo «plantea dudas» sobre la robustez de la teoría de la restricción calórica, al menos en primates. «Si hay una fórmula de manipular la dieta humana para vivir más, o no la hemos descubierto o no existe».