Un avanzado buque de guerra estadounidense que apenas ha cumplido un año de servicio se está desintegrando a causa de un defecto de diseño causado por la electrólisis y las ansias de reducir los costes de la construcción.
En 2011 la Armada descubrió la corrosión 'agresiva' en torno a los motores del Independence, un buque de combate litoral, una de las clases de buque predilectas del Pentágono, informa Bloomberg.
El problema resultó ser tan grave que el buque entregado a la Armada estadounidense hace tan solo un año fue colocado en un dique seco de San Diego para que los trabajadores pudieran sustituir partes enteras de su casco.
El buque de guerra de 115 metros de eslora se está literalmente 'disolviendo' debido a un fallo en su diseño. En términos técnicos este tipo de desintegración se denomina 'corrosión galvánica', explicaron ingenieros de Austal USA, los astilleros australianos en los que fue construida la nave.
Los ingenieros civiles conocen este efecto como 'electrólisis'. "Es lo que ocurre cuando dos metales diferentes, después de estar en contacto eléctrico entre sí, se corroen a un ritmo diferente", dice un comunicado de Austal USA.
"Eso me sugiere que el metal no se ha oxidado sino que ha desaparecido por completo", señala el analista naval Raymond Pritchett sobre el caso del Independence.
En 2013, los problemas del 2011 fueron corregidos. Existe un proyecto de ley que prohíbe destinar fondos para "la construcción o la adquisición avanzada de materiales" para los buques 25 y 26 de esta serie. Sin embargo, los buques de combate litoral del 5 al 12 están aún en construcción, mientras que los buques 13-16 están en fase de 'preproducción'. Los buques 17-24 todavía esperan la autorización del Congreso para su construcción.
Desde el punto de vista del mando naval, el Independence y los otros buques de combate litoral son únicos. Son únicos incluso en términos de su coste. Cada uno de ellos cuesta a los contribuyentes 400 millones de dólares, en comparación con los más de mil millones de dólares de los destructores clase Arleigh Burke.
Para abaratarlos tanto, mucho ha quedado fuera, incluso las armas más importantes. La lista de elementos eliminados del diseño incluye el llamado 'sistema de protección catódica', diseñado para evitar la electrólisis.
El problema resultó ser tan grave que el buque entregado a la Armada estadounidense hace tan solo un año fue colocado en un dique seco de San Diego para que los trabajadores pudieran sustituir partes enteras de su casco.
El buque de guerra de 115 metros de eslora se está literalmente 'disolviendo' debido a un fallo en su diseño. En términos técnicos este tipo de desintegración se denomina 'corrosión galvánica', explicaron ingenieros de Austal USA, los astilleros australianos en los que fue construida la nave.
Los ingenieros civiles conocen este efecto como 'electrólisis'. "Es lo que ocurre cuando dos metales diferentes, después de estar en contacto eléctrico entre sí, se corroen a un ritmo diferente", dice un comunicado de Austal USA.
"Eso me sugiere que el metal no se ha oxidado sino que ha desaparecido por completo", señala el analista naval Raymond Pritchett sobre el caso del Independence.
En 2013, los problemas del 2011 fueron corregidos. Existe un proyecto de ley que prohíbe destinar fondos para "la construcción o la adquisición avanzada de materiales" para los buques 25 y 26 de esta serie. Sin embargo, los buques de combate litoral del 5 al 12 están aún en construcción, mientras que los buques 13-16 están en fase de 'preproducción'. Los buques 17-24 todavía esperan la autorización del Congreso para su construcción.
Desde el punto de vista del mando naval, el Independence y los otros buques de combate litoral son únicos. Son únicos incluso en términos de su coste. Cada uno de ellos cuesta a los contribuyentes 400 millones de dólares, en comparación con los más de mil millones de dólares de los destructores clase Arleigh Burke.
Para abaratarlos tanto, mucho ha quedado fuera, incluso las armas más importantes. La lista de elementos eliminados del diseño incluye el llamado 'sistema de protección catódica', diseñado para evitar la electrólisis.