Después de que el 2012 DA14 se acercara a la Tierra
sin causar daños, falta por ver cómo nuestro planeta podría alterar a la
órbita de la roca.
Cuando apenas faltaban un par de horas para la máxima aproximación de 2012 DA14 a
la Tierra, instituciones científicas y observatorios espaciales de todo
el mundo no terminaban de ponerse de acuerdo sobre la relación entre este asteroide y la inesperada lluvia de meteoritos que, apenas unas horas antes, sembraba el pánico en Rusia y provocaba heridas a más de un millar de personas.
La NASA, no sin antes avisar de que se trata sólo de resultados preliminares, aseguraba ayer por la tarde que ambos eventos no están relacionados.
Al mismo tiempo, sin embargo, confirmaba que la «bola de fuego» que
cruzó el cielo sobre las localidades de Cheliabinsk, Kurgán, Tiumén,
Svédrlovsk y el norte de Kazajstán fue «la mayor desde el evento
Tunguska de 1908». En aquel entonces, un meteorito de unos 30 metros
(aún no está claro si fue un cometa o un asteroide) estalló sobre
Siberia provocando la absoluta destrucción de cerca de 2.000 kilómetros
cuadrados de tundra.
Pero volvamos al presente. Se sabe ya que el meteorito ruso
penetró ayer en la atmósfera a 18 kilómetros por segundo y su impacto
liberó una energía de varios cientos de kilotones. Según la agencia
espacial norteamericana, el meteorito, por lo tanto, fue mayor que el
que estalló sobre Indonesia el 8 de octubre de 2009 y que causó,
también, el pánico entre la población.
A falta de cálculos más precisos, el tamaño del objeto antes de chocar con la atmósfera terrestre era de unos 15 metros y su masa de unas 7.000 toneladas, apenas la cuarta parte del asteroide 2012 DA14.
Durante el tiempo en que fue visible (unos 30 segundos) la
bola de fuego rusa brilló con más fuerza que el Sol. Por el momento, las
agencias espaciales que estudian el fenómeno descartan que el bólido
ruso fuera un «mensajero» de 2012 DA14. De hecho, su dirección de vuelo fue de norte a sur,
mientras que la de DA14 fue de sur a norte. Algunos científicos, sin
embargo, afirmaban ayer que para estar absolutamente seguros será
necesario efectuar más análisis.
Máxima aproximación
Exactamente a las 20:25 (hora española), el asteroide 2012
DA14 alcanzó, como estaba previsto, su máxima aproximación a la Tierra
(27.650 km.) para empezar después a alejarse de nuestro planeta. Decenas
de observatorios de todo el mundo aprovecharon la ocasión para
estudiarlo de cerca. De hecho, es el más cercano de ese tamaño
que ha podido ser observado hasta ahora. En los próximos días empezarán
a hacerse públicos los datos precisos de la observación.
El asteroide fue descubierto hace un año por
el Observatorio de La Sagra en Granada, y su acercamiento fue tal que
pasó casi a 8.000 kilómetros por debajo del cinturón de satélites en
órbita estacionaria. Los científicos habían descartado hace tiempo que existiera alguna posibilidad de impacto
contra nuestro planeta o contra alguno de nuestros artefactos
espaciales, pero los astrónomos decidieron seguir el sobrevuelo con la
máxima atención para conocer más sobre el «visitante» espacial.
Lo que más interesa a los científicos, además de determinar con más exactitud sus dimensiones y composición, es comprobar cómo va a afectar al asteroide
su paso tan cerca de la Tierra. La gravedad de nuestro planeta, en
efecto, podría alterar a la órbita del 2012 DA14, algo que podría tener
consecuencias desagradables durante sus próximas «visitas».
Una «mina de oro»
Por no faltar, ni siquiera faltaron las valoraciones
económicas. De hecho, la compañía norteamericana Deep Space Industries
se ha tomado la molestia de calcular el valor de 2012 DA14. Y resulta
que contiene, ni más ni menos, que 48.000 millones de euros en agua recuperable y otros 97.000 millones en metales varios.
Un «botín» nada despreciable y que sin duda impulsará, en un futuro
cercano, la rápida proliferación de una nueva y floreciente industria de
minería espacial.
La Tierra lleva ya 4.500 millones de años siendo
golpeada por asteroides de todos los tamaños. Desde el que extinguió a
los dinosaurios, hace 65 millones de años (que tenía unos diez
kilómetros de diámetro), a la continua lluvia de polvo que continuamente
cae sobre nosotros desde el espacio. Algunos cálculos estiman que la
masa de nuestro planeta aumenta, cada año, en dos millones de toneladas a
causa de la aportación de material extraterrestre.
Pero los impactos de asteroides capaces de exterminarnos se
producen, afortunadamente, cada mucho tiempo. En la actualidad, la NASA
tiene localizados y vigila muy de cerca por lo menos al 90% de los
asteroides cercanos a la Tierra de un kilómetro o más de diámetro. Y
ninguno de ellos representa un peligro cercano para la Humanidad. Los
más pequeños, sin embargo, son otra cosa bien distinta. Y aunque no
podrían acabar de un golpe con nuestra civilización, sí que son
perfectamente capaces de causar grandes daños.
Los datos del telescopio espacial WISE, especialmente
diseñado para localizar rocas espaciales, sugieren que por lo menos
4.700 asteroides de unos cien metros de diámetro tienen órbitas que los
llevan a acercarse «incómodamente» a la Tierra de forma periódica. Lo
peor es que no resultan tan fáciles de ver como
los grandes, y a pesar de que son capaces de destruir por completo una
ciudad y toda su provincia, apenas si se conoce el 30% de su número
total.
Peor aún cuando hablamos de rocas aún más pequeñas. Los
astrónomos creen que apenas si conocen el 1% de su número total, que
podría superar el millón.