Betelgeuse, la supergigante roja de sugerente nombre y la más cercana a la Tierra, tiene un destino siniestro. Según los astrónomos, la estrella chocará contra una especie de «muro» espacial dentro de unos 5.000 años. El periodista científico José Manuel Nieves explica en su videoblog «Materia Oscura» cómo ocurrirá esta colosal defunción cósmica.
El batallón de meteoros que atravesó la Tierra
Científicos recrean cien años después uno de los más espectaculares eventos astronómicos jamás vistos, cuando cientos de bolas de fuego volaron durante más de 11.200 km desde el oeste de Canadá hasta las costas atlánticas de Brasil
El 9 de febrero de 1913, hace ahora un siglo, se produjo
uno de los fenómenos astronómicos más espectaculares jamás registrados. Una gran procesión de meteoros iluminó
el cielo cuando se abrió paso a través de la atmósfera de la Tierra.
Las bolas de fuego fueron vistas en gran parte de EE.UU., desde Toronto a
Pensilvania y Nueva York, e incluso aparecieron testigos del
avistamiento en lugares tan lejanos como el oeste de Canadá y las
Bermudas.
Pero no se quedaron ahí. Cuando se cumple el centésimo
aniversario de este evento, los astrónomos Don Olson, de la Universidad
Estatal de Texas (EE.UU.), y Steve Hutcheon, de la Agrupación
Astronómica de Queensland, (Australia), publican una investigación en la
revista Sky&Telescope, en la que aseguran que el batallón que cruzó
el cielo llegó aún más lejos de lo que se conocía hasta ahora. En total, según han concluido los científicos, los meteoros recorrieron al menos 11.000 km.
Estas procesiones de luces se producen cuando una roca
espacial que roza la Tierra se rompe al entrar en la atmósfera, creando
múltiples meteoros que viajan en trayectorias casi idénticas. En lugar
de caer en picado a través de la atmósfera y quemarse en uno o dos
segundos, como a menudo se observa en las lluvias de estrellas normales,
estas bolas de fuego viajan casi horizontalmente,
casi paralelas a la superficie de la Tierra. Cada miembro de una
procesión de meteoros puede permanecer visible para el observador
durante un minuto, y la procesión entera puede tardar varios minutos en pasar.
La noche del 9 de febrero de 1913, la deslumbrante
procesión de meteoros cruzó sobre Canadá y el noreste de Estados Unidos
viajando del noroeste a sureste. El astrónomo Clarence A. Chant de la
Universidad de Toronto recogió los relatos de los atónitos testigos y
resumió: «Para la mayoría de los observadores, la característica más
destacada de este fenómeno fue el movimiento lento y majestuoso de los
cuerpos, y casi igualmente destacable fue su perfecta formación». Cientos de meteoros fueron observados tan
al oeste como en Saskatchewan, Canadá, y tan al este como las Bermudas,
a una distancia de más de 3.800 kilómetros. En los años que siguieron,
informes adicionales desde Alberta, Canadá, y un barco frente a las
costas de Brasil amplió el rango confirmado de la procesión de meteoros a
más de 9.600 kilómetros.
Desde la costa de Brasil
Al escribir sobre la procesión en la revista Nature en
1916, William F. Denning señaló que «una trayectoria tan extendida no
tiene parangón en esta rama de la astronomía. Otros informes de
navegantes en el sur del Océano Atlántico podrían demostrar que el vuelo
observado fue aún mayor». Más tarde, Denning indicó en la revista de la
Real Sociedad Astronómica de Canadá, que, de acuerdo con el
avistamiento del barco más distante conocido, los meteoros «todavía
tenían fuerza... y podrían haber seguido su carrera luminosa lejos sobre
el Océano Atlántico Sur».
Olson y Hutcheon decidieron consultar una amplia gama de
material de archivo en Inglaterra y Alemania y descubrieron siete
informes de buques frente a las costas atlánticas de Brasil, todos hasta
ahora desconocidos, que extendían la pista de los meteoros hasta 1.609
km. «Es es el mapa más completo de este fenómeno que jamás se haya
compilado», aseguran los autores.
El batallón de meteoros cruzó más de 11.265 km, «más de una cuarta parte del camino alrededor del mundo. ¡Es un evento de meteoros casi increíble!», dice Olson.
Por desgracia, el destino final de esta espectacular
procesión de meteoros nunca se sabrá. «Desaparecieron en el oscuro
Atlántico Sur, fuera de las rutas marítimas muy transitadas», indica
Olson. A saber hasta dónde llegaron, ya que el grupo todavía volaba con
fuerza cuando fue visto por el último barco.