Una de las mejores noticias contra el VIH en los últimos años no ha venido de la mano de ningún fármaco, ni de la ansiada vacuna; sino de la circuncisión. En 2006, dos estudios científicos observaron que este pequeño corte en el pene podía tener un efecto protector cercano al 60% en relaciones heterosexuales. Sin embargo, los mecanismos por los que esta técnica reduce tan drásticamente el contagio no están claras al cien por cien.
Una de las hipótesis más defendidas tiene que ver con las células del prepucio (la piel que recubre el glande y que se retira en la circuncisión). Todo indica que esta porción de piel es rica en células inmunes, más susceptibles a la infección por VIH; por lo que al extirparla se eliminaría un factor de riesgo. Además, el prepucio ofrece un buen 'refugio' en el que el virus del sida sería capaz de sobrevivir durante un largo periodo de tiempo.
Ninguna de esas hipótesis es incompatible con la observación que acaban de realizar investigadores de la Universidad de Washington (EEUU) en las páginas de la revista 'mBio', la publicación oficial de la Sociedad Americana de Microbiología.
Su ensayo realizado en Uganda con 79 varones circuncidados y otros 77 sin circuncidar, concluye que esta cirugía altera de manera significativa la población de bacterias del pene, la llamada microbiota.
Lance Prince, principal firmante del estudio, explica sus conclusiones con una metáfora muy visual: "Es como si le diésemos la vuelta a una piedra y viésemos cómo cambia el ecosistema en el terreno que había debajo. Aumenta la cantidad de oxígeno y disminuye la humedad, estamos alterando el ecosistema".
La circuncisión, como en el ejemplo de Prince, redujo significativamente al cabo de un año la presencia de bacterias anaeróbicas (que sobreviven en ausencia de oxígeno) en la piel del pene; mientras que, en cambio, aquellos microorganismos más habituados a entornos ricos en oxígeno aumentaron ligeramente al cabo de ese periodo. Los cambios, prosigue el especialista, no se apreciaron únicamente en la cantidad, sino también en la diversidad de las bacterias, que descendió al cabo de un año de la cirugía.
Más allá de la observación del fenómeno, los especialistas consideran que sus conclusiones pueden tener importantes consecuencias desde el punto de vista de salud pública. "Hasta ahora solíamos pensar que un cambio en la microbiota intestinal podía tener consecuencias negativas en algunas personas, que se volvían más intolerantes a ciertos alimentos", explica Prince; "ahora sabemos que esa alteración de las bacterias puede tener también consecuencias positivas".
Aunque el intestino es precisamente el refugio habitual de este tipo de bacterias (alberga entre 500 y 1.000 tipos de microorganismos diferentes), la microbiota se encuentra repartida por todos los tejidos y mucosas de nuestro organismo. Se calcula, que una persona de unos 60 kilos puede albergar nada menos que un kilo de bacterias.
El siguiente paso sería tratar de replicar esos mismos cambios en el epitelio del pene sin necesidad de la cirugía. "Si comprendemos los mecanismos biológicos, podríamos descubrir alternativas a la circuncisión con su mismo efecto protector frente al VIH".