El deseo y la ansiedad por encontrar el bosón de Higgs son
tales que cada vez que hay algún indicio, por pequeño que sea, de que
el esperado anuncio puede producirse, una ola de agitación recorre el
mundo científico. El bosón de Higgs,
la partícula responsable de la masa de todas las demás en el Universo,
es también uno de los mayores objetivos de la Física moderna. La
confirmación de su existencia (o no) después de 40 años de búsqueda dará
lugar a algunas respuestas, pero sobre todo a muchas más dudas y
preguntas y, quizás, a una auténtica revolución del conocimiento. Los últimos rumores sobre el asunto apuntan a que la Organización Europea de Investigación Nuclear (CERN) puede realizar el esperado anuncio a principios de julio, durante la Conferencia Internacional de Física de Altas Energías (Ichep) que se celebra en Melbourne, Australia. Físicos consultados aceptan que sí, que algún anuncio al respecto se producirá en tan importante reunión,
aunque el contenido del mismo todavía está por ver y, por supuesto, aún
no puede adelantarse nada. «Estamos trabajando», es, en resumen, su
mensaje. La excitación desatada ha sido tal que puede hablarse de «Higgsteria», un juego de palabras con el que la ha definido con gran acierto la revista New Scientist.
El bosón de Higgs es uno de los mayores objetivos de la Física moderna
La
«Higgsteria» está alimentada por los indicios, los rumores, la
anticipación y, sobre todo, por el deseo de que el misterio del bosón
escurridizo tenga, por fin, un desenlace. El Higgs, cuya existencia fue
predicha en 1964 por el físico británico Peter Higgs, es la última
partícula subatómica que falta por descubrir para completar el modelo
estándar. Todas las previsiones apuntan a que, de suceder, ese hallazgo divino se demostrará este año.
En
marzo de 2011, una nota interna de unos investigadores del detector
Atlas (uno de los cuatro que forman parte del LHC, el gran acelerador
europeo de partículas), que hablaba de la observación de una resonancia
en los 115 GeV, lo que podría ser una señal, desató todo tipo de
especulaciones, especialmente en internet. Un análisis concienzudo de
los datos demostró que estas luces en la oscuridad eran tan solo un
espejismo. Nada de nada.
Había
que seguir buscando y lo hicieron. En diciembre de 2011, el Atlas y
otro detector de la «máquina de Dios», el CMS, encontraron la «firma» de lo que podía ser el Higgs,
aunque solo era un indicio, un reflejo. Los físicos, siempre prudentes,
advirtieron de que hacían falta más y más análisis para llegar a una
conclusión final. Pero el bosón ya no tiene donde esconderse,
restringido en una franja de energía muy concreta, alrededor del 125
GeV. Si está ahí, tiene que aparecer.
Desde
hace unos días, los rumores de que el anuncio de su hallazgo podría
producirse pronto, coincidiendo con la reunión internacional de físicos
en Melbourne a principios del próximo mes, han circulado a tanta
velocidad que harían enrojecer a los ya avergonzados neutrinos. Sobre
todo los blogs especializados han servido de vehículo para propagar todo
tipo de comentarios, pero también otros medios prestigiosos, como «The
New York Times», tocaban el asunto. El diario estadounidense aseguraba
que un grupo de científicos del CERN lleva varios días reunido para
analizar en secreto un nuevo paquete de datos.
Mario
Martínez Pérez, profesor ICREA e investigador principal del experimento
Atlas del LHC en el Instituto de Física de Altas Energías (IFAE) en la
Universidad Autónoma de Barcelona es uno de los científicos que busca el
bosón. «Sin duda el CERN tendrá planes para hacer algún anuncio en la
conferencia, es la más importante del año y todo el mundo lo espera.
Puede ser exactamente el 4, o puede ser un día antes o un día después, y
no se sabe qué es lo que van a decir, pero los dos experimentos están
ahora mismo trabajando muy intensamente para obtener resultados que
comunicar usando todos los datos», asegura.
Optimismo contenido
Los
cierto es que los físicos tanto del Atlas como del CMS se afanan en
filtrar y analizar miles y miles de colisiones de partículas para
obtener conclusiones que no puedan ser discutidas. En tres meses, han
obtenido tantos datos como en todo el año 2011. «Los datos que tenemos
(en el experimento Atlas) son interesantes, pero hemos de concluir el
análisis de los datos en los próximos días», añade Martínez Pérez. «Con
toda la cautela del mundo, soy optimista, pero tenemos que comparar
nuestros resultados con los del CMS». Puede que el anuncio definitivo no
ocurra en julio, pero de lo que sí está completamente convencido el
físico es de que la resolución, sea la que sea, llegará antes de final de año.
Lo mismo cree Javier Cuevas, investigador de la Universidad de Oviedo
en el experimento CMS del LHC. «Dar una respuesta definitiva sería un
paso muy importante en la comprensión de la estructura de la materia y
en la comprensión del Universo, y cerraría un problema de casi 50 años
que ha supuesto mucho trabajo», indica. «Las expectativas son
tremendas».
La
dificultad en la búsqueda del bosón se debe a dos factores. «Por una
parte tiene una masa muy elevada, así que para crearla se requiere una
gran energía en los aceleradores, y por otra parte su aparición durante
colisiones entre otras partículas puede fácilmente confundirse», explica
Bartolome Alles Salom, físico teórico e investigador en el Instituto
Nacional de Física Nuclear en Pisa (Italia).
Una nueva física
Si
el bosón de Higgs aparece se completará el modelo estándar de la
Física, pero quizás tenga propiedades que no estaban previstas en los
modelos teóricos actuales. «La teoría que subyace al mecanismo de Higgs
no ha sido totalmente entendida en todos sus aspectos matemáticos.
Podría ser posible que lo que se halle sea una partícula que se comporte
como un bosón de Higgs (generando las masas de las otras partículas)
pero que no se trate de la partícula que el físico inglés imaginó, sino
otra», explica Alles Salom.
Y
si no aparece será aún más grave, ya que pondrá cabeza abajo lo que
creemos saber sobre las interacciones entre las partículas elementales,
lo que se conoce como modelo estándar. «Esto sería aún más interesante,
porque significaría que nos hemos equivocado, que hay algo que no
entendemos y supondría una revolución, pero quizás estemos más cerca de
encontrarlo que de no encontrarlo», dice Martínez Pérez. ¿Puede ser el
momento de una nueva física? Saberlo es solo cuestión de tiempo.