Durante diez años, Ken Rijock lavó millones de dólares para la mafia colombiana.
Es
fácil confundirse con Kenneth Rijock. Tiene 65 años, pero quién no
diría, viendo sus fotos, que parece mucho más joven. Vive en Miami, en
un apartamento con vista al mar y sus imágenes lo muestran conduciendo
un Bentley o al abordar un jet privado. La suya, sin embargo, no
es una historia de éxito, sino de redención, y en ella, atestigua su
protagonista, no hay finales felices.
Como abogado, y por espacio de una década,
Rijock lavó millones de dólares para la mafia colombiana. Los secretos
de la doble vida que llevó y los extremos a los que llegó para
eludir a las autoridades están condensados en un libro The Laundry Man,
que en agosto saldrá al mercado en español.
"La gente no me cree cuando digo que
comencé a lavar dinero por accidente, pero es en serio. Una amiga tuvo
un choque de motocicleta y se rompió la pierna. Se quedaba donde un
amigo y yo fui a visitarla; el amigo era un gringo que enseñaba español.
Nos hicimos amigos. Resultó que solo enseñaba español unas
horas al día porque su verdadero trabajo era ser el enlace de los
carteles colombianos y sus contactos. (...) Yo tenía un buen
número de clientes estadounidenses y americanos, y un día, en 1982, uno
me dijo: '¿Puedes lavarme 6 millones de dólares?' ".
Rijock creó las compañías ficticias
necesarias para mover el dinero, y relata en su libro la "eternidad" qué
toma contar todo ese efectivo, que él llevó en persona a la isla
caribeña de Anguila (240 kilómetros al este de Puerto Rico). (Siga este enlace para leer: La evidencia en contra de la poderosa Dilian Francisca Toro).
Al final de ese primer viaje, sin
que sus clientes tuvieran siquiera que firmar una consignación, el
capital no solo estaba lavado, sino que había ganando un 9 por ciento de
interés anual. El abogado recibió una comisión de 10.000
dólares por sus esfuerzos. A partir de entonces, viajó con frecuencia a
países caribeños para cerrar sus transacciones. Solía volar un viernes y
regresar un lunes, para dar a las autoridades de inmigración de EE. UU.
la apariencia de un fin de semana de descanso.
En los países que visitaban, la historia era otra: él
y sus clientes llegaban vistiendo trajes de diseñador, a bordo de jets
privados, bajo la pretensión de estudiar lugares para montar una fábrica
o comprar un terreno. Cada uno solía llevar un maletín con no menos de un millón de dólares en efectivo.
En todos los lugares a los que llegaba,
Rijock se conectaba con abogados prestigiosos que se encargaban de
tramitar sus solicitudes con rapidez y sin llamar la atención. "Una de
las primeras cosas que aprendí -relata- es que algunos de los abogados más poderosos del mundo son también lavadores de dinero. Infortunadamente, ninguno de ellos te va a decir eso".
'La emoción del riesgo'
Los métodos de Rijock para ocultar las
ganancias ilegales de sus clientes lo llevaron a crear compañías
navieras ficticias con banderas de algún país caribeño que no solo
transportaban la droga y lavaban los pagos transformándolos en salarios y
comisiones, igualmente ficticios, sino que incluso pagaban impuestos a
la hora de liquidar sus considerables ganancias.
Eventualmente, el abogado descubrió
que tras las bolsas de dinero que ayudaba a legalizar se hallaban el
capo del cartel de Medellín, Pablo Escobar, y el poderoso clan de la
mafia italiana de los Bonanno, en Nueva York. (Lea acá: Así son las redes mafiosas colombianas que se extienden por la región).
Eso no le impidió salir por algún tiempo
con una joven policía o hacerles favores a sus compañeros de la Fuerza, a
quienes ayudó con sus asuntos legales mientras lavaba miles de dólares
cada día.
Las peripecias de Rijock terminaron con su arresto en 1990. Fue condenado a cuatro años de prisión, pero pagó dos tras colaborar con las autoridades.
Hoy, es un consultor en temas de lavado y, de hecho, ha dictado charlas a agentes del FBI sobre cómo atrapar a quienes se dedican actualmente a hacer lo que él hizo.
El exabogado (perdió su licencia tras su condena) es el primero en admitir su conducta criminal. Sin embargo, asegura que su participación nunca estuvo motivada por el dinero.
"Todo gira en torno a la emoción de tomar el riesgo y salirte con la tuya.
Winston Churchill dijo una vez que no hay nada que cause más euforia
que el hecho de que alguien te dispare y falle. Así me sentía yo cada
vez que arriesgaba el cuello y lograba salir indemne".
Incapaz de evitar la conexión con la
turbulenta historia de nuestro país en las décadas de los 80 y 90, le
pregunto entonces si no siente alguna responsabilidad por haber ayudado a
ocultar las ganancias de un negocio que ha costado tanta sangre en
Colombia. Con licencia o no, su respuesta es la de un abogado.
"Entiendo la gravedad de tu pregunta. El
ascenso de las Farc y las autodefensas, que vendieron narcóticos para
financiarse; el aumento del crimen, la habilidad de alguien de amasar
una cantidad obscena de dinero, mucho más que lo que haría con un
negocio legítimo, todo eso convirtió a Colombia en un campo de batalla. Me dolió ver eso y me alegra ver que hoy las Farc están huyendo y no queda mucho de las autodefensas, pero el daño está hecho".
Agrega: "Como estadounidense, mi sentir es que si no fuera ilegal en EE. UU. y en Europa, ustedes no tendrían narcotraficantes.
No dudo de que la mayor parte de la culpa recae en EE. UU., pero
infortunadamente las ganancias del negocio de los narcóticos son
extraordinariamente altas y es muy tentador para un campesino volverse un millonario instantáneo".
'Malas decisiones'
Rijock asegura que no vive con temor ni se
la pasa mirando hacia atrás, pero enfatiza en que nadie debe engañarse
con las promesas de dinero fácil que ofrece el negocio de las drogas. "No hay finales felices en esta historia.
La mayoría de mis clientes están muertos, ya porque los mató la policía
o sus competidores, o porque se mataron ellos con una sobredosis. Otros
están en la cárcel o desaparecieron en circunstancias extrañas".
No obstante, explica que siente que su historia debía ser contada: "En diez años aprendí métodos, estrategias, trucos, que son valiosos para los agentes de la ley y útiles para los banqueros. Así pueden capturar a alguien como yo antes de que logre lo que se propone".
Hoy, Rijock se define como un hombre respetuoso de la ley, pero reconoce que los viejos hábitos no son fáciles de matar. "Siempre voy a pensar como un lavador de dinero.
Eso quiere decir que en toda situación, siempre estoy pensando en qué
aspecto podría darle una oportunidad a un lavador y así parar a la gente
que hace lo que yo solía hacer".
Con todo, no se da golpes de pecho. "El
punto es que si esto me hubiera ocurrido antes, cuando era un joven
abogado, o después, cuando hubiera madurado, hubiera sacado a esos tipos
de mi oficina. Tomé muy malas decisiones morales en ese momento y
terminaron costándome mucho: me costaron dos años de mi vida en una
prisión federal. Si la pregunta es si lo volvería a hacer, la respuesta es: nunca".
'Una nueva profesión
Rijock dice que no aspira a
ejercer de nuevo la abogacía y comenta: "Creé una nueva ocupación para
mí: soy un 'consultor de crímenes financieros'. Trabajo sobre todo con
el sector privado. Antes del 11-S, la mayoría de mis clientes eran
agentes de la ley, pero ahora la mayoría trabajan en el sector
financiero y me contratan para ayudar a atrapara a los lavadores de
dinero que usan sus compañías".