En la pista de Mondo, tan rápida, en paralelo, los velocistas caribeños, la naturaleza original, siguen recordando al imperio, a Estados Unidos, de quién es la velocidad. Lo hicieron el fin de semana Shelly Ann Fraser y Usain Bolt y Yohan Blake, dominando los 100 metros, mujeres y hombres, jamaicanos todos; lo repitieron el lunes, en las finales de 400 lisos y 400 vallas: Kirani James, de Granada; Luguelin Santos, de la República Dominicana; Lalonde Gordon, de Trinidad; Félix Sánchez, también dominicano, Javier Culson, portorriqueño…
Volvieron ayer a hacerlo los hombres de 200 metros en las semifinales, los tres jamaicanos —Bolt, Blake, de nuevo, y también otro compañero de entrenamientos, Warren Weir, 22 años como Blake, también de la cuadra de Glen Mills, que este año ya ha bajado de los 20s, 19,99s, más el antillano holandés Churandy Martina, ya finalista en los 100 metros—, que mostraron orgullosos el nombre de su isla, la de los más veloces, inscrito en la parte trasera de sus pantalones, a todos los rivales. En el doble hectómetro, el debate Caribe-EE UU (solo un representante en la final, Wallace Spearmon), que podría ser, con trazo grueso, un esbozo de debate eterno entre genes y entrenamiento, darwinismo (la supervivencia de los más aptos) frente a práctica deliberada, se intensifica por la presencia entre los finalistas de un atleta blanco, el francés Christophe Lemaitre.
En la primera semifinal, después de una espléndida curva y frenándose en los últimos 20 metros, Blake se impuso con facilidad (20,01s, viento en contra de 0,5 m/s) a los esforzados Spearmon (20,02s) y Lemaitre, quien remontó fuerte en la última recta hasta forzar la fotofinish con el estadounidense (20,03s). Bolt, mucho más relajado que en los 100 metros, no forzó más allá de un ligero trote para sus cánones (20,18s) frente a una oposición mínima (y vergüenza estadounidense, su representante, el joven Isiah Young, terminó el último, con 20,89s). En la tercera, Martina y Weir controlaron, ganando el primero, que corre con la camiseta naranja de Holanda: 20,17s.
Blake se impuso con facilidad a Spearmon y
Lemaitre, quien remontó fuerte en la última recta hasta forzar la
fotofinish con el estadounidense
En la final femenina de 200 metros, el debate se pudo establecer con mayor nitidez y más matices, a la vez. Era un duelo entre los dos países dominantes y también un duelo en el interior de cada uno de ellos (Shelly Ann Fraser contra Veronica Campbell Brown, por parte jamaicana; Carmelita Jeter contra Allyson Felix contra Sanya Richards, por parte estadounidense). Y algunos detalles: mientras la campeona olímpica de 100 metros, Fraser, simboliza mejor que ninguna el lado salvaje de la velocidad jamaicana, ese que se sintetiza en la frase “cuando oímos una pistola, echamos a correr”, y que en la práctica se resume en una forma de correr casi dislocada, de ángulos inverosímiles, de los que horrorizan a los formalistas, la medallista de plata en los 100, Carmelita Jeter, y sus ángulos rectos de rodillas, codos, cuello, perfectos, sería el poster perfecto de la alta escuela atlética. Por otro lado, Fraser, que se entrena en el mismo grupo que Asafa Powell, en una pista de hierba en Kingston y un gimnasio con pesas oxidadas, es la jamaicana que se niega a salir de su isla para mejorar, mientras que sus compatriotas Campbell Brown y Sanya Richards (nacionalizada estadounidense) se entrenan profesionalmente en Estados Unidos. El resultado de la carrera, que coronó finalmente a la espléndida Allyson Felix (21,88s), deja el debate en zona de grises: segunda fue la campeona de 100 metros, la descoyuntada Fraser, quien dominó hasta los 150 metros y a la que faltó resistencia a la velocidad (22,09s), y tercera la académica Jeter (22,14s).
La maldición de los 110 metros vallas siguió imperturbable su curso en la final de la prueba, ganada espectacularmente por el norteamericano Aries Merrit, de pupilas felices y seguras en los tacos de salida, con 12,92s, a una centésima del récord olímpico de Liu Xiang en Atenas 2004. Si en las series la víctima de una caída fue el propio Xiang, ya maldito en sus Juegos de Pekín, en la final fue el campeón de Pekín, el cubano Dayron Robles, entre algodones todo el año, quien se llevó la mano a los isquios gritando de dolor tras la quinta valla, pasó la sexta en pura mueca y terminó andando aullando de rabia y miseria. Segundo fue el campeón del mundo Jason Richardson y tercero un sorprendente jamaicano, Hansle Parchment (con 13,12s batió por segunda vez en la tarde el récord de su país).