Vesta, un asteroide de 573 km de diámetro, es una auténtica reliquia de los orígenes del Sistema Solar. Estudiado a fondo por la sonda Dawn, los científicos saben ahora que, en realidad, se trata de un "protoplaneta" prácticamente intacto. Es decir, la clase de objeto que constituye la "materia prima" de los planetas que podemos ver en la actualidad.
La región meridional de Vesta, sin embargo, aparece profundamente marcada por una profunda depresión,
causada por los impactos del pasado y en la que los cráteres se
superponen unos a otros hasta cubrir una fracción importante de la
superficie del asteroide. Ahora, una nueva simulación informática
muestra cómo pudo Vesta sobrevivir a una historia tan violenta. Y
también cómo adquirió sus profundas cicatrices.
La simulación, creada por M. Jutzi, E. Asphaug, P. Gillet,
J.-A. Barrat, y W. Benz, comenzó a partir de un modelo tridimensional de
Vesta, tanto de su interior como de su superficie. A partir de ahí, los
investigadores simularon dos impactos sucesivos y prácticamente en la
misma zona del asteroide.
El resultado ha sido espectacular. En efecto, las marcas y
cicatrices que aparecieron en la simulación coinciden con las reales y
reproducen fielmente la orografía actual de Vesta. Por supuesto, existen
diferencias, especialmente en el contenido geológico de la superficie,
que no coincide del todo con el real, por lo que los investigadores ya
están pensando en modificar algunos de los parámetros de partida de la
simulación.
Un corazón diferente
A diferencia de muchos otros asteroides, Vesta posee un
interior bien diferenciado de la superficie, igual que sucede en la
Tierra. Tiene, en efecto, un núcleo sólido rodeado por un manto. Y eso
significa que Vesta es un protoplaneta, uno de los muchos pequeños
objetos que poblaban el Sistema Solar primigenio. Según las teorías más
aceptadas, la mayoría de estos cuerpos chocaron entre sí, fundiéndose y agregándose hasta formar los planetas actuales.
De la misma forma que sucede con otros cuerpos de nuestro
sistema, Vesta ha ido acumulando numerosas cicatrices a lo largo de su
historia. Las mayores de ellas son dos grandes cuencas de impacto, Veneneia y Rheasilvia (llamadas
así por dos de las vírgenes que servían a la diosa Vesta en la
mitología romana). Rheasilvia se formó hace unos mil millones de años y
es la mayor de las dos. Veneneia, más pequeña, dobla a la primera en
antiguedad: se formó, en efecto, por lo menos hace dos mil millones de
años. Meteoritos procedentes de esas dos antiquísimas colisiones han
sido encontrados aquí, en la Tierra.
Rheasilvia muestra una serie de extrañas fisuras en forma de espiral, que se orientan en el sentido de las agujas del reloj si miramos hacia "abajo", al polo sur del asteroide. El cráter está marcado por un pico en el centro, una montaña que, con sus 22 km. de altura, es la mayor de todo el Sistema Solar. Y si tenemos en cuenta que el tamaño total de Vesta es de 573 km., resulta más que evidente que el impacto que creó Rheasilvia debió de destrozar al asteroide para que se formara una montaña de esas dimensiones.
Una mini Tierra
La nueva simulación, pues, parte de una Vesta completamente
esférica y con una corteza, un manto y un núcleo bien diferenciados. En
este sentido, Vesta podría considerarse como una "versión mini" de la
Tierra y de otros planetas terrestres.
A partir de ahí, los investigadores fueron introduciendo
los dos impactos sucesivos. El primero (el análogo de Veneneia) hizo que
Vesta iniciara su rotación y formó, efectivamente, la gran montaña
central. El segundo impacto, el que creó Rheasilvia, alteró
drásticamente la forma del asteroide, dando lugar a la forma
característica que Vesta tiene en la actualidad.
Dado que la rotación del asteroide comenzó tras el primer
impacto, los bordes de la simulación de Rheasilvia empezaron a
colapsarse (debido al efecto de la fuerza de Coriolis, la misma que
origina los huracanes aquí, en la Tierra), dando lugar a las fisuras en
forma de espiral que se pueden apreciar sobre la superficie de la Vesta
real.
Mezcla de materiales
En resumen, la nueva simulación ha conseguido reproducir
correctamente las características topográficas del asteroide. Sin
embargo, la composición geológica de la superficie es muy diferente en
la simulación a la realidad. Los autores creen que ese defecto se debe a
que los parámetros iniciales introducidos en la simulación sobre la
composición de la corteza de Vesta estaban equivocados. Es posible que
el asteroide haya experimentado alguna forma de mezcla de materiales en
algún momento de su historia anterior a la formación de Veneneia.
En conjunto, y a pesar de este error, el resultado es realmente espectacular, ya que la simulación reproduce fielmente los rasgos y características que tiene Vesta en realidad. Y refuerzan, de paso, nuestra comprensión sobre cómo los impactos influyeron y moldearon los planetas, incluída la Tierra, durante la lejana infancia del Sistema Solar.