La humanidad está inmersa en una ardua batalla contra la rápida adaptación de bacterias mortales que han adquirido resistencia a los antibióticos. De ganar la batalla las bacterias, la era posantibióticos plantearía un escenario apocalíptico.
Los seres humanos han coexistido con las bacterias desde siempre. Se estima que hasta un 3% de la masa corporal del ser humano está formado por bacterias simbióticas que nos ayudan a llevar a cabo funciones vitales como la digestión, explica la revista 'The Week'.
El cuerpo humano mantiene bajo control a la mayoría de las bacterias que contiene gracias a su sistema inmunológico. Pero estos microorganismos están en constante evolución para sobrevivir y reproducirse. Es por eso que el sistema inmunitario debe adaptarse con éxito a las nuevas amenazas, ya que de otra forma correría el riesgo de ser 'invadido'.
Antes de que los antibióticos estuvieran ampliamente disponibles, cualquier accidente, lesión o procedimiento médico era potencialmente mortal. Una de cada nueve infecciones de la piel era fatal. Uno de cada tres casos de neumonía llevaba a la muerte. Las cirugías invasivas, como las cesáreas, dejaban al paciente expuesto a infecciones mortales. Algunas picaduras de insectos, las quemaduras y las transfusiones de sangre con frecuencia se convertían en una fuente de infección. Así que el descubrimiento del primer antibiótico, la penicilina, por Alexander Fleming en 1928 sigue siendo uno de los hitos de la historia médica.
Sin embargo, "no es difícil hacer que los microbios resistan a la penicilina en el laboratorio mediante la exposición a concentraciones no suficientemente altas para matarlos. Existe el peligro de que la persona que ignore esto se suministre una dosis demasiado baja de antibióticos y, al exponer sus microbios a cantidades no letales del medicamento, provoque que las bacterias se vuelvan resistentes a él", declaró el propio Fleming cuando ganó el Premio Nobel de Medicina en 1945.
Pero tal como vaticinó Fleming, las bacterias se han adaptado y reforzado enormemente, de manera que pueden desafiar con facilidad la acción de los antibióticos. Un caldo de cultivo para las bacterias resistentes son los animales de granja, a los que desde la década de 1950 se les proporcionan pequeñas dosis de antibióticos para mejorar su crecimiento. En EE.UU., actualmente más del 80% de los antibióticos se utilizan en animales de granja. Pero las pequeñas dosis estimulan la resistencia bacteriológica a gran velocidad, lo que entraña un peligro real de consecuencias impredecibles para la humanidad.
Los científicos libran ahora una batalla evolutiva contra estas 'bacterias asesinas'. Biólogos y médicos advierten que cada vez son más las que resisten a los antibióticos. Entre ellas, la bacteria patógena humana KPC-Oxa 48, invulnerable a cualquier antibiótico conocido, que cercenó la vida de un hombre en Nueva Zelanda este año. Los médicos coincidieron en que la víctima era el primer enfermo de la "era posantibiótica". Y una exposición constante a estas superbacterias mortales es algo a lo que la humanidad tendrá que enfrentarse si no es capaz de frenar su avance.
El Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades de EE.UU. advirtió recientemente que las bacterias resistentes a los fármacos matan al menos a 23.000 personas cada año solo en el país norteamericano, y el costo para el sistema sanitario asciende ya a 20.000 millones de dólares anuales.
El cuerpo humano mantiene bajo control a la mayoría de las bacterias que contiene gracias a su sistema inmunológico. Pero estos microorganismos están en constante evolución para sobrevivir y reproducirse. Es por eso que el sistema inmunitario debe adaptarse con éxito a las nuevas amenazas, ya que de otra forma correría el riesgo de ser 'invadido'.
Antes de que los antibióticos estuvieran ampliamente disponibles, cualquier accidente, lesión o procedimiento médico era potencialmente mortal. Una de cada nueve infecciones de la piel era fatal. Uno de cada tres casos de neumonía llevaba a la muerte. Las cirugías invasivas, como las cesáreas, dejaban al paciente expuesto a infecciones mortales. Algunas picaduras de insectos, las quemaduras y las transfusiones de sangre con frecuencia se convertían en una fuente de infección. Así que el descubrimiento del primer antibiótico, la penicilina, por Alexander Fleming en 1928 sigue siendo uno de los hitos de la historia médica.
Sin embargo, "no es difícil hacer que los microbios resistan a la penicilina en el laboratorio mediante la exposición a concentraciones no suficientemente altas para matarlos. Existe el peligro de que la persona que ignore esto se suministre una dosis demasiado baja de antibióticos y, al exponer sus microbios a cantidades no letales del medicamento, provoque que las bacterias se vuelvan resistentes a él", declaró el propio Fleming cuando ganó el Premio Nobel de Medicina en 1945.
Pero tal como vaticinó Fleming, las bacterias se han adaptado y reforzado enormemente, de manera que pueden desafiar con facilidad la acción de los antibióticos. Un caldo de cultivo para las bacterias resistentes son los animales de granja, a los que desde la década de 1950 se les proporcionan pequeñas dosis de antibióticos para mejorar su crecimiento. En EE.UU., actualmente más del 80% de los antibióticos se utilizan en animales de granja. Pero las pequeñas dosis estimulan la resistencia bacteriológica a gran velocidad, lo que entraña un peligro real de consecuencias impredecibles para la humanidad.
Los científicos libran ahora una batalla evolutiva contra estas 'bacterias asesinas'. Biólogos y médicos advierten que cada vez son más las que resisten a los antibióticos. Entre ellas, la bacteria patógena humana KPC-Oxa 48, invulnerable a cualquier antibiótico conocido, que cercenó la vida de un hombre en Nueva Zelanda este año. Los médicos coincidieron en que la víctima era el primer enfermo de la "era posantibiótica". Y una exposición constante a estas superbacterias mortales es algo a lo que la humanidad tendrá que enfrentarse si no es capaz de frenar su avance.
El Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades de EE.UU. advirtió recientemente que las bacterias resistentes a los fármacos matan al menos a 23.000 personas cada año solo en el país norteamericano, y el costo para el sistema sanitario asciende ya a 20.000 millones de dólares anuales.