Introducción: Los doctores de la muerte
Desde llevar a cabo esterilizaciones en masa de judíos
hasta extirpar el pene para curar la homosexualidad. Sin duda, los
científicos de Hitler sembraron el pánico con sus crueles experimentos, los cuales costaron la vida a miles y miles de indefensas víctimas.
Liderados por el «Ángel de la Muerte» Josef Mengele,
decenas de médicos alemanes no tuvieron reparos en traicionar su
juramento hipocrático en favor del «führer», ávido de conseguir nuevas
técnicas masivas para asesinar y conocer las limitaciones del ser
humano.
De hecho, a la llamada de Hitler acudieron todo tipo de científicos pertenecientes tanto a las Waffen SS (un cuerpo de soldados de élite creado, entre otras cosas, para la protección personal del líder) como a la Ahnenerbe (una secta ocultista obsesionada con lo paranormal).
Así lo afirma el periodista Óscar Herradón, autor del libro «La Orden Negra. El ejercito pagano del III Reich», editado por «Edaf».
«Los experimentos concretos, más allá de los exterminios masivos en las
cámaras de gas (…) fueron llevados a cabo no por uno, ni dos, ni tres
“doctores de la muerte”, sino por varios centenares de profesionales de
la medicina alemana que, de forma inexplicable, se dejaron llevar por la
espiral asesina del régimen», determina el experto.
Los inicios: Eutanasia o «muerte por compasión»
Aunque donde se llevaron a cabo un mayor número de
experimentos fue en los campos de concentración, también se crearon
varios programas para mantener la pureza de la raza fuera de estos centros de exterminio. Uno de ellos fue el de la «muerte por compasión», una forma de eutanasia que se realizó de forma masiva en toda Alemania.
El uso de la «muerte por compasión» se inició en 1938. Ese
año, el gobierno nazi recibió una curiosa petición por parte de una
familia alemana: solicitaban el permiso para acabar con la vida de uno
de sus hijos, el cual estaba impedido. Tras producirse este suceso,
Hitler autorizó un programa para acabar con miles de niños con
deficiencias.
«Pronto también la eutanasia se convirtió en un medio
eficiente para acabar con aquellos que los nazis consideraban lacras
sociales. Era habitual que a los miembros de las Juventudes Hitlerianas
se les llevara de “excursión” a las instituciones mentales para que
vieran la situación en la que se encontraban los enfermos (…). Además,
les explicaban el enorme coste que suponía para el Estado mantenerlos
con vida», explica el periodista Óscar Herradón en su libro.
Miles de personas fueron asesinadas por su discapacidad
De esta forma, comenzaron los asesinatos en masa, como bien explica el experto: «El Ministerio del Interior solicitó a los médicos y a las parteras que informaran de todos los casos de recién nacidos que mostrasen enfermedades graves (…) como: idiotez, síndrome de Down, microcefalia, hidrocefalia, malformaciones de todo tipo (especialmente de extremidades, cabeza y columna vertebral); y parálisis, incluyendo condiciones de parálisis cerebral».
A pesar de que para poder acabar con la vida de menores se
necesitaba el consentimiento paterno, era bastante usual que se
ejerciera presión sobre las familias para que acabaran cediendo y
enviaran a sus hijos a los centros de muerte diseminados por Alemania.
Allí, ya fuera mediante una inyección letal o mediante cámaras de gas,
se acabó con cientos de vidas de enfermos no sólo extranjeros, sino
también alemanes.
«Lo más escalofriante de todo ello fue el consiguiente
“negocio” que los profesionales de la medicina y científicos alemanes
vieron en los asesinatos de los discapacitados, cuyos cuerpos servían
para sus retorcidos estudios raciales», destaca Herradón. Con el inicio
de la guerra, estos escuadrones de la eutanasia recibirían de Hitler la
orden de acabar con cientos de prisioneros recluidos en campos de concentración.