viernes, marzo 16, 2012

Las moscas se dan al alcohol cuando no pueden aparearse

Un experimento sobre cómo funciona el cerebro al demandar gratificación puede acabar siendo útil para comprender y tratar las adicciones humanas.

El experimento que han hecho unos investigadores estadounidenses, y que ellos mismos reconocen que empezó como una idea realmente loca, parece una historia sacada de la vida misma o de una película. Ella me dijo no, me doy a la bebida, sería el título. Los científicos lo han hecho con moscas del vinagre (Drosophila melanogaster) y lo que han encontrado es un mecanismo molecular directamente implicado en la reacción del cerebro a la gratificación o su ausencia. Los machos del ensayo de laboratorio, cuando son rechazados por las hembras, se dan al alcohol, mientras que los  sexualmente satisfechos, se abstienen.

 Mosca del vinagre ('Drosófila melanogaster').

La cosa empezó en un laboratorio de la Universidad de California en San Francisco, recuerda Galit Shohat-Orphir. Los investigadores sospechaban que podría haber algún mecanismo cerebral que relacionase las experiencias como el rechazo sexual con estados psicológicos como la depresión del sistema cerebral que responde a la gratificación. Decidieron probar. Ahora presentan los resultados del trabajo en la revista Science.

En el experimento se forman dos grupos moscas macho para ser sometidas a dos experiencias sexuales distintas, explican los científicos. Unos machos pasan sesiones de una hora de duración de rechazo por parte de hembras que ya se han apareado, tres veces al día durante cuatro días. “Esto suprime el comportamiento de cortejo de los machos incluso ante hembras receptivas”, escriben Shohat-Ophir y sus colegas en su artículo. Los del otro grupo “experimentan sesiones de seis horas de apareamiento con múltiples hembras vírgenes receptivas, en una proporción de uno a cinco, durante cuatro días”. En el siguiente paso, los machos no satisfechos sexualmente se ponen en un nuevo recipiente en el que pueden elegir entre alimento normal y alimento al que se ha añadido un 15% de alcohol, y esas moscas que no se han podido aparear eligen preferentemente el segundo, mientras que los machos satisfechos, ante la misma elección, rechazan el alimento con etanol.


Los machos sexualmente satisfechos se abstienen de consumir etanol 

La diferencia de comportamiento responde a lo que pasa en el cerebro de unos y de otros, explican los científicos. Según han descubierto, una pequeña molécula (denominada neuropéptido F) en el cerebro de las moscas, o más bien el nivel de esas moléculas, gobierna las diferentes conductas. El neuropéptido en cuestión es un regulador de la búsqueda de gratificación. Así, los machos que logran aparearse con éxito tienen gran cantidad de esa molécula en el cerebro, mientras que los rechazados tienen niveles inferiores y buscan una gratificación alternativa consumiendo alcohol hasta la intoxicación.

Los investigadores han verificado este hallazgo haciendo también experimentos con moscas transgénicas. Mediante ingeniería genética pueden hacer manipulaciones del nivel del neuropéptido F. Cuando aumenta la producción de esa molécula en el cerebro de machos que no se han apareado, actúan como si estuvieran satisfechos sexualmente y rechazan voluntariamente el alcohol. Sin embargo, cuando el nivel del neuropéptido es bajo, los machos, aunque estén satisfechos sexualmente, actúan como si hubieran sido rechazados por las hembras y se dan a la bebida.

Una molécula similar en humanos, el neuropéptido Y, puede igualmente disparar los comportamientos como el consumo excesivo de alcohol, y los investigadores se plantean que tal vez sea una pista para, en el futuro, poder tratar mediante este mecanismo los problemas de las adicciones. De hecho, recuerdan los científicos, los niveles del neuropéptido Y en el cerebro humano se reducen en personas que sufren depresión y problemas postraumáticos, lo que puede predisponerlas al alcohol. Pero se tardará tiempo en poder abordar este hallazgo en moscas como nuevo enfoque terapéutico en humanos, advierten los expertos. La molécula en cuestión está implicada, además, en la alimentación, la ansiedad y el sueño.