Los hijos de la anciana que aterrizó su avioneta cuentan cómo pudo hacerlo.
Helen Collins no para de hacer zapping y de sintonizar emisoras de radio en su habitación del hospital de Sturgeon Bay (Wisconsin). Tiene la espalda dolorida, una costilla rota y los ojos amoratados pero no se cansa de escuchar cómo narran los periodistas su odisea aérea. El lunes pasado, la señora Collins logró un milagroso aterrizaje de emergencia en un aeropuerto local.
Los medios la presentan como la superabuela, la anciana de 80 años que, sin saber pilotar, tuvo que ponerse a los mandos del aparato -al haberse desvanecido su marido que era quien dirigía la avioneta- y posarlo sobre tierra, con la dificultad añadida de que apenas le quedaba gasolina y había fallado un motor.
Ella apenas tuvo tiempo de desabrocharle el cinturón de seguridad cuando se puso a los mandos del avión. No tenía licencia de vuelo, nunca había volado sola, exceptuando una vez hace 30 años por insistencia de John, y jamás había pilotado un aparato de dos motores como aquel. Sin embargo, llevaba más de 60 años acompañando a su marido en el aire y la Cessna era como su segundo hogar.
La anciana nunca perdió la calma, ni entonces ni cuando comprobó que casi no disponía de combustible y que el motor derecho empezaba a fallar. En los 90 minutos que duró el aterrizaje siempre se mostró fría y tranquila, lo atestiguan los 45 minutos de grabaciones que han hecho públicas las autoridades de Sturgeon Bay y en los que se asiste a toda una lección de aterrizaje en pleno vuelo. “Creo que me estoy quedando sin gasolina”, se le escucha decir en su llamada a emergencias. “Será mejor que alguien suba hasta aquí cuanto antes”.
Dicho y hecho, Robert Vuksanovic, amigo de la familia y piloto experto en rescates aéreos, montó en su avión y se dedicó a sobrevolar alrededor de la señora Collins mientras le daba instrucciones y la animaba en todo momento. “Lo estás haciendo muy bien, Helen”, le decía Vuksanovic. “Pues yo no me estoy sintiendo nada bien, Rob”, bromeaba la anciana.
Las grabaciones demuestran cómo la situación se iba tornando más angustiosa a medida que los minutos pasaban y la gasolina se iba consumiendo. “¡Tengo que aterrizar cuanto antes, me estoy quedando sin combustible!”. La señora Collins trató de tomar tierra en dos ocasiones. Finalmente, el avión impactó bruscamente contra el suelo, dio un par de tumbos, arrastró el morro sobre el asfalto y frenó.
La asombrosa entereza que mostró la anciana durante el aterrizaje no parece sorprender a su familia. Su hijo James, de 54 años, que junto con su hermano Richard, de 55, asistió al periplo aéreo de su madre desde el aeropuerto, nunca dudó de que fuera a conseguirlo. “Es una mujer muy fuerte, sabía en todo momento lo que hacía. Era la persona más tranquila de todos”, cuenta por vía telefónica.
A la señora Collins tampoco creyó que no fuera a ser capaz de aterrizar, explica Richard que le comentó. “Podría haberlo hecho mejor”, se maldijo la anciana mientras salía del avión. Es lo primero que dijo, según James. Sin embargo, no perdió mucho más tiempo en recriminarse. Inmediatamente llamó a una de las dos ambulancias que junto a otros siete camiones de bomberos esperaban en el aeropuerto, para que llevaran a su marido al hospital.
Lamentablemente, John había fallecido en pleno vuelo. Su mujer fue
plenamente consciente desde el primer momento, reconoce Richard, si bien
nunca perdió la esperanza de que pudiera llegar a tiempo de salvarse.
Ambos se habían conocido en el instituto y llevaban 60 años casados.
John patentó un tipo de tubería que ahora se halla en casi todas las
casas de Estados Unidos, según James, y creó una empresa
en la que trabajan sus hijos y su mujer. “Ha sido su secretaria durante
40 años”, explica Robert que parece el más preocupado por cómo vaya a
afrontar su madre el futuro sin su marido. “Lo hacían todo juntos,
dirigir un centro educativo, leer, ir a pescar, salir en moto, volar… Eran más hobbys de mi padre pero ella le seguía en todo porque era así, encantadora y generosa”, cuenta con la voz entrecortada.
Helen Collins desearía estar ya en su casa pero el médico, amigo de la familia, prefiere mantenerla en observación un poco más. Tras el increíble aterrizaje no quiere abusar de los milagros. La anciana sufrió dos ataques al corazón en 2000 y en 2007 y está un poco débil desde entonces. Nadie lo diría después de conocer la hazaña aérea de esta superabuela.
Helen Collins no para de hacer zapping y de sintonizar emisoras de radio en su habitación del hospital de Sturgeon Bay (Wisconsin). Tiene la espalda dolorida, una costilla rota y los ojos amoratados pero no se cansa de escuchar cómo narran los periodistas su odisea aérea. El lunes pasado, la señora Collins logró un milagroso aterrizaje de emergencia en un aeropuerto local.
Los medios la presentan como la superabuela, la anciana de 80 años que, sin saber pilotar, tuvo que ponerse a los mandos del aparato -al haberse desvanecido su marido que era quien dirigía la avioneta- y posarlo sobre tierra, con la dificultad añadida de que apenas le quedaba gasolina y había fallado un motor.
John y Helen Collins
Como cada Semana Santa, Helen y su marido John volvían a Sturgeon Bay tras pasar unos días en su casa de Marco Island (Florida). Este no se encontraba bien pero insistió en pilotar su avioneta Cessna
de dos motores. Cuando apenas quedaban diez minutos para aterrizar, el
señor Collins pidió a su mujer que se acercara a la parte delantera. “Me
está dando un infarto”, le dijo y se desvaneció.Ella apenas tuvo tiempo de desabrocharle el cinturón de seguridad cuando se puso a los mandos del avión. No tenía licencia de vuelo, nunca había volado sola, exceptuando una vez hace 30 años por insistencia de John, y jamás había pilotado un aparato de dos motores como aquel. Sin embargo, llevaba más de 60 años acompañando a su marido en el aire y la Cessna era como su segundo hogar.
La anciana nunca perdió la calma, ni entonces ni cuando comprobó que casi no disponía de combustible y que el motor derecho empezaba a fallar. En los 90 minutos que duró el aterrizaje siempre se mostró fría y tranquila, lo atestiguan los 45 minutos de grabaciones que han hecho públicas las autoridades de Sturgeon Bay y en los que se asiste a toda una lección de aterrizaje en pleno vuelo. “Creo que me estoy quedando sin gasolina”, se le escucha decir en su llamada a emergencias. “Será mejor que alguien suba hasta aquí cuanto antes”.
Dicho y hecho, Robert Vuksanovic, amigo de la familia y piloto experto en rescates aéreos, montó en su avión y se dedicó a sobrevolar alrededor de la señora Collins mientras le daba instrucciones y la animaba en todo momento. “Lo estás haciendo muy bien, Helen”, le decía Vuksanovic. “Pues yo no me estoy sintiendo nada bien, Rob”, bromeaba la anciana.
Las grabaciones demuestran cómo la situación se iba tornando más angustiosa a medida que los minutos pasaban y la gasolina se iba consumiendo. “¡Tengo que aterrizar cuanto antes, me estoy quedando sin combustible!”. La señora Collins trató de tomar tierra en dos ocasiones. Finalmente, el avión impactó bruscamente contra el suelo, dio un par de tumbos, arrastró el morro sobre el asfalto y frenó.
La asombrosa entereza que mostró la anciana durante el aterrizaje no parece sorprender a su familia. Su hijo James, de 54 años, que junto con su hermano Richard, de 55, asistió al periplo aéreo de su madre desde el aeropuerto, nunca dudó de que fuera a conseguirlo. “Es una mujer muy fuerte, sabía en todo momento lo que hacía. Era la persona más tranquila de todos”, cuenta por vía telefónica.
A la señora Collins tampoco creyó que no fuera a ser capaz de aterrizar, explica Richard que le comentó. “Podría haberlo hecho mejor”, se maldijo la anciana mientras salía del avión. Es lo primero que dijo, según James. Sin embargo, no perdió mucho más tiempo en recriminarse. Inmediatamente llamó a una de las dos ambulancias que junto a otros siete camiones de bomberos esperaban en el aeropuerto, para que llevaran a su marido al hospital.
Creo que me estoy quedando sin gasolina. Será mejor que alguien suba hasta aquí cuanto antes”Helen Collins
Helen Collins desearía estar ya en su casa pero el médico, amigo de la familia, prefiere mantenerla en observación un poco más. Tras el increíble aterrizaje no quiere abusar de los milagros. La anciana sufrió dos ataques al corazón en 2000 y en 2007 y está un poco débil desde entonces. Nadie lo diría después de conocer la hazaña aérea de esta superabuela.