En 2010, Richard A. Clarke, que fue jefe de los servicios
antiterroristas de Estados Unidos con Bill Clinton y George W. Bush,
publicó un ensayo titulado Cyber War. Así lo reseñó la revista Wired:
“Encontrarán aquí el Libro de las Revelaciones vuelto a escribir para
la era de Internet, con el fin de los tiempos anunciado por los Cuatro
Caballos Troyanos del Apocalipsis”.
Pues bien, ¿ha
comenzado ya esa III Guerra Mundial en el ciberespacio que llevan años
profetizando gurús como Clarke y para la que se preparan potencias como
Estados Unidos, Israel, Rusia y China? Incluso teniendo la voluntad de
no ser apocalíptico, el reciente descubrimiento del maligno virus
informático Flame (Worm.Win32.Flame) parece indicar que estamos en las primeras escaramuzas de tal conflicto.
El Flame, según informa Douglas Rushkoff en su artículo The cyberwar may be headed to your computer,
en CNN, "tiene todos los indicios de constituir un ciberataque
maquinado por un Estado nación: es poderoso y complejo y apunta
directamente a una zona caliente, Irán". Su objetivo parece ser
perturbar el programa nuclear iraní, pero en los pocos días que lleva
bautizado ha provocado un intense debate entre los especialistas sobre
la posibilidad de que se convierta en una peste incontrolable que
termine afectando a servicios civiles nacionales enteros como redes
eléctricas, industrias energéticas, redes bancarias o sistemas de
tráfico aéreo.
El miércoles 6 de mayo, el descubridor del Flame, el cazavirus
ruso Eugene Kaspersky, declaró durante una conferencia en Tel Aviv a la
que también asistió el ministro de Defensa israelí Ehud Barak, que la
comunidad internacional debería comenzar a pensar en cómo prohibir el
uso de la ciberguerra, del mismo modo que en su día fueron prohibidas
las armas químicas y biológicas.
Estamos, anunció Kaspersky, ante una peligrosísima caja de Pandora. "Esto",
dijo literalmente, "no es ciberguerra, esto es ciberterrorismo, y me
temo que es sólo el principio del juego, me temo que esto podría ser el
fin del mundo tal como lo conocemos. Estoy asustado, créanme".
Flame es muy sofisticado, es toda una conjunción de programas –“el Microsoft Office del malware”,
le llama Rushkoff- que realiza múltiples tareas de espionaje y
sabotaje: graba conversaciones, permite control remoto del ordenador,
tiene Bluetooth que se adueña de los teléfonos móviles próximos, copia y
transmite datos a distancia, se va actualizando, es indetectable por
los antivirus hoy existentes... Supone, según los expertos, el arma más
maligna jamás inventada hasta ahora en la ciberguerra.
Al igual que lo es de la guerra de los drones contra los
yihadistas, Obama se ha ido convirtiendo en un entusiasta de la
ciberguerra secreta a la hora de lidiar con el programa nuclear iraní,
según informa The New York Times (Obama Order Sped Up Wave of Cyberattacks Against Iran).
La ciberguerra contra Irán comenzó durante la presidencia del
segundo Bush y en ella colaboran Estados Unidos e Israel. Su primer
producto, el virus Stuxnet, perturbó seriamente las instalaciones
nucleares iraníes a fines de la pasada década. Al ser descubierto en el
verano de 2010 -se fugó a Internet desde la planta iraní de Natanz-,
Obama expresó su preocupación. Dijo temer que la generalización del uso
de virus pudiera terminar justificando ciberataques contra Estados
Unidos. No obstante, terminó aprobando la continuación de ese forma de
pelear, que, según The New York Times, es conocida en la Casa Blanca, el Pentágono y la CIA como Olimpic Games.
Al Stuxnet parece haberle seguido el recién descubierto Flame.
Por supuesto, Estados Unidos no reconoce oficialmente ninguna relación
con estos virus informáticos –cincuenta veces más complejos que los
habituales- que minan el programa nuclear iraní. Tampoco Israel. Aunque,
preguntado sobre la posible relación de su país con este malware, el viceprimer ministro Moshe Ya'alon declaró recientemente: “Israel está bendecido por la alta tecnología”.
El
organismo iraní dedicado a la lucha contra el ciberespionaje y la
ciberguerra (CERT en sus siglas en inglés) anunció la pasada semana que
había localizado el Flame. Llevaba dos años infectando sus
ordenadores sin ser detectado por ningún antivirus. El descubrimiento
fue obra del laboratorio especializado que dirige en Moscú el ruso Eugene Kaspersky.
La polémica desatada por el descubrimiento de Flame tiene dimensión mundial. Douglas Rushkof ha
formulado la pregunta clave: “¿Cómo puede impedirse que programas
malignos como el Flame pueden ser usados contra poblaciones civiles o
incluso por poblaciones civiles? (...) Las mismas tecnologías que
permiten a Estados Unidos e Israel zancadillear el programa nuclear
iraní puedan permitir, por ejemplo, a sindicatos del crimen de Europa
del Este interferir en la actividad bancaria de cualquiera de nosotros”.
El Flame, según Karspersky, es “un bumerang cibernético que puede
volverse contra sus autores”. El miércoles, en Tel Aviv, el descubridor
de este virus nombró a Estados Unidos, Gran Bretaña, Israel, China,
Rusia, India, Japón y Rumanía como los países de donde podría proceder,
pero se negó a ser más concreto. Fue, en cambio, rotundo al afirmar que
los gobiernos sensatos deberían comenzar a cooperar para detener este
tipo de ataques, al igual que lo han hecho -o al menos lo han intentado-
con las armas nucleares, biológicas y químicas.
Tras el descubrimiento de Flame, Microsoft,
a través de su director de seguridad, Mike Reavey, ha informado que se
ve obligado a reforzar la seguridad en todos sus sistemas operativos y
programas de Windows.