La competencia fiscal entre países abre oportunidades para que las empresas eludan impuestos. Reino Unido, Francia e Italia investigan a las sociedades globales por sus prácticas tributarias.
“No le estamos acusando de actuar de forma ilegal, sino de ser
inmoral”. Así de tajante se mostró Margaret Hodge, presidenta de la
comisión que investiga en el Parlamento británico las controvertidas
prácticas fiscales de algunas multinacionales, ante el directivo de
Google que defendía las actuaciones tributarias, Matt Brittin.
Comparecía ante la Cámara de los Comunes para explicar por qué el
buscador de Internet traslada sus beneficios a Irlanda y opera algunos
de sus negocios desde Islas Bermudas. Brittin alegó que todas esas
operaciones se ajustan a la legalidad.
Esa estrategia fiscal permitió a Google ahorrarse el año pasado más
de 1.500 millones de euros en impuestos al trasladar unos 7.600 millones
de beneficios al paraíso fiscal de Islas Bermudas, según publicó
Bloomberg hace unos días.
Las prácticas del gigante estadounidense son imitadas por otras
grandes multinacionales como Facebook, Apple, Amazon, Samsung, Microsoft
o Starbucks. Reino Unido, Francia y Alemania investigan las
triquiñuelas tributarias de estas multinacionales que trasladan sus
beneficios a las filiales situadas en países europeos con menos
impuestos, como Irlanda, Holanda, Luxemburgo o Suiza. Se trata de
prácticas de “planificación fiscal agresivas”, nombre con el que se
conoce a las técnicas contables para reducir la factura con el fisco.
Los efectos de la globalización, la misma que convierte a estas
compañías en las más admiradas del planeta, las más cool, permiten a
estas multinacionales peinar la legislación de los países y buscar
resquicios legales para reducir su recibo fiscal. “Hay algo nebuloso con
estos conceptos tradicionales de residencia fiscal o de residencia de
balanza de pagos en el contexto de una economía en el que las
multinacionales están en todas partes, pagan impuestos en todas partes y
eso dificulta mucho la contabilidad”, explica Augusto López Claros,
director de análisis del sector financiero y privado del Banco Mundial
(BM). Este experto vincula el fenómeno con la globalización: “Los
mecanismos tradicionales que utilizamos para evaluar y medir [la evasión
fiscal] se han visto afectados, revolucionados por los cambios en la
economía global”.
Estas compañías convertidas en iconos mundiales comienzan a sufrir el
descrédito de sus clientes. En Reino Unido se ha creado un movimiento
ciudadano contra los recortes Uk Uncut (www.ukuncut.org.uk) que está
llevando a cabo protestas contra la elusión fiscal de Starbucks, Amazon y
Google. Esta organización celebró protestas en medio centenar de
locales de la compañía cafetera para convertirlos en centros sociales y
guarderías. La presión social ha llevado a Starbucks a replantearse su
estrategia fiscal y anunciar que pagará más impuestos en Londres.
La presión de consumidores e instituciones públicas está cambiando la
política tributaria de algunas multinacionales. “Estas prácticas
afectan a la reputación de las empresas”, explica Francisco Isidro,
profesor de ESIC. “Tiene un efecto sobre el consumidor. El valor
intrínseco de una marca es lo que se transmite a los consumidores, es lo
que hace que se enamoren de ella. Y esas actuaciones fiscales tienen un
efecto negativo inmediato. Todas las marcas tienen que cuidar esas
cuestiones para su imagen. También existe un impacto sobre el aspecto
profesional de las compañías con el perjuicio para sus actividades de
Responsabilidad Social Corporativa”, relata Isidro, que admite que “es
verdad que empiezan a cambiar cuando tienen experiencias negativas”. Por
ejemplo, Inditex, matriz de Zara, cambió su política de facturación de
su tienda online, que tenía radicada en Irlanda para pagar menos
impuestos, a raíz de las informaciones en prensa sobre estas prácticas.
“El cambio de actitud de estas empresas no vendrá por un cambio de la
filosofía sino por la presión de los consumidores y el cerco de las
autoridades”, zanja.
Los gigantes tecnológicos están en el ojo del huracán: Reino Unido ha
hecho desfilar a los responsables de Amazon, Google y la cadena
cafetera Starbucks por una comisión de investigación en el parlamento.
En las últimas semanas la policía financiera italiana entró en la sede
Google y Facebook en Milán en busca de registros contables y documentos
fiscales para comprobar dónde obtienen los beneficios. Francia también
vigila a estas compañías. El pasado verano creó la tasa Google, un
tributo por el que el Ejecutivo galo pretende que las multinacionales
paguen impuestos locales por las operaciones que realicen en suelo
francés. París pretende trasladar el debate a la Comisión Europea y
propone extender esta solución al resto de socios.
Bruselas recogió el guante recientemente y propuso la creación de una
“cláusula anti-abuso” en los sistemas fiscales nacionales para impedir a
las grandes compañías rebajar su coste fiscal mediante el traslado de
los beneficios a otros estados miembros. “La idea”, sostiene el
comisario de asuntos fiscales, Algirdas Semeta, “es que los impuestos
deben pagarse en el país donde se produce la actividad económica real”.
Pero las multinacionales crean una estructura societaria y usan sus
filiales para trasladar los beneficios a los países con menor
tributación. Por ejemplo, Google Spain, que hace negocios por cientos de
miles de euros en España, factura a la filial irlandesa del gigante de
Internet. En Dublín paga un impuesto de sociedades del 12,5% en vez del
35% con el que se tributa en España. La compañía estadounidense ha
registrado pérdidas en España durante los últimos dos años a pesar de su
jugoso negocio digital: Google Spain ingresó 38,3 millones en 2011,
pero facturó a Google Ireland 36,9 millones por la prestación de
servicios. Desplaza así los beneficios a Dublín desde donde a su vez
traslada negocios a Islas Bermudas.
Los negocios de Apple en España también son paradigmáticos de las
prácticas de las multinacionales. La compañía de la manzana opera a
través de dos filiales: una que controla el negocio de las 10 tiendas
que tiene en España y otra para vender los productos de Cupertino
directamente a terceros, generalmente centros comerciales y grandes
superficies. La primera compañía, Apple Retail Spain, adquiere los
productos que vende a la filial irlandesa con un estrecho margen. De
esta forma, el beneficio que queda en España es reducido porque el
grueso de los ingresos se quedan en Dublín. A esta práctica se conoce
como “precios de transferencias”.
La segunda sociedad Apple Marketing Iberia factura a la filial
irlandesa por las comisiones que realiza por cada venta. De esta forma,
los beneficios por la venta de los productos también se van a Dublín.
Los expertos tributarios aplauden los esfuerzos por limitar estas
prácticas de ingeniería fiscal pero recelan de su éxito porque al final
se trata de instrumentos de competencia entre países. Justifican que la
ley permite estas prácticas y defienden que si se quiere cambiar esta
conducta tributaria habría que cambiar la ley. “Mientras la fiscalidad
sea un elemento de competencia entre los Estados será difícil llegar
aplicar una solución”, razona Javier Fernández Cuenca, socio del bufete
de abogados Pérez- Llorca y profesor de fiscalidad del IE Business
School. “España es un jugador más de esta partida. En las dos últimas
décadas ha aprobado soluciones fiscales atractivas para atraer
inversión”, asegura y pone de ejemplo el régimen fiscal canario. “Es
casi tan beneficioso como el irlandés”, añade.
Fernández Cuenca justifica las prácticas de ingeniería fiscal de las
multinacionales. “A las empresas no se les puede criminalizar por
aplicar la ley. Otra cuestión es si hay que cambiar las leyes”, explica
desde el despacho Pérez-Llorca, que deja claro que lo que no se puede
hacer es defraudar. “No se puede jugar con los precios de transferencia.
Eso sería coger el dinero y salir a correr. Pero sí hay que aprovechar
los resquicios legales”.
Los Gobiernos europeos han reforzado la lucha contra las
multinacionales que eluden el pago de impuestos. La crisis merma las
arcas públicas y buscan ingresos en sectores que hace unos años pasaban
desapercibidos a efectos fiscales.
Esta situación preocupa a las principales instituciones
internacionales. El G-20 ha emprendido una ofensiva para limitar el
abuso de los precios de transferencias y la deslocalización de
beneficios. En la última reunión del cónclave, celebrada en México el
pasado noviembre, se discutió sobre el asunto y se encargó a la OCDE, el
club integrado por las economías más desarrolladas del planeta, que
elabore un informe sobre los abusos fiscales de las multinacionales para
la próxima reunión del G-20 que tendrá lugar en febrero de 2013 en
Rusia. La OCDE ha advertido reiteradamente sobre este riesgo. Ha creado
un grupo de trabajo para reducir estas prácticas que hacen esfumarse los
impuestos. Y propone a los países que mejoren sus convenios de doble
imposición e intercambio de información para estrechar el cerco a estas
prácticas.
A principios de noviembre celebró un congreso sobre estas prácticas
en el que participó el secretario de Estado de Hacienda de España,
Miguel Ferre. A raíz de aquel encuentro, el Gobierno ha creado una
oficina de fiscalidad internacional para vigilar las prácticas fiscales
de estas compañías y vigilar “la erosión de las bases imponibles en el
impuesto de sociedades y la traslación de beneficios de los países
desarrollados por estrategia de planificación fiscal”. El diputado
socialista Pedro Saura propone: “Hacienda debería calcular la brecha
fiscal que mide la diferencia entre lo que realmente pagan los
contribuyentes y lo que deberían pagar de acuerdo con la ley, y qué
parte de dicha brecha es consecuencia de las prácticas agresivas de las
multinacionales”. Saura ha presentado una Proposición no de Ley en el
Congreso para crear “un plan de acción para asegurar el cumplimiento de
las obligaciones fiscales de las multinacionales”. Su idea es que los
ejecutivos de las multinacionales desfilen por el Congreso para explicar
sus prácticas fiscales.