Los Reyes Magos unen historia, devoción y espíritu de aventura. A lo largo de los siglos muchos han salido en su búsqueda. Marco Polo vio sus tumbas en Irán, la emperatriz Elena se hizo con sus restos, Federico Barbarroja robó su sepulcro. Actualmente reposan en la catedral de Colonia (Alemania).
Es imposible saber con certeza si el magnífico féretro dorado custodia a
los auténticos Reyes Magos. Lo que está claro es que su viaje no
terminó el día en que regresaron de Belén.
Los pocos datos ciertos que sabemos de los Reyes Magos
refuerzan la fascinación y el encanto de estos misteriosos personajes.
El Evangelio no dice cuántos eran, pero sí que llevaron tres regalos a Jesús. Viajaron desde Oriente hasta Belén, intrigados por una estrella que anunciaba el nacimiento de un rey. Se entrevistaron con Herodes y para engañarlo, regresaron a sus países por otro camino.
Son los primeros no judíos que reconocieron a Jesús como Dios, y por
eso la Iglesia celebra todos los años su fiesta el 6 de enero.
En casi todo el mundo, se les conoce como
Melchor, Gaspar y Baltasar. Pero en Milán, donde se custodió su tumba
durante varios siglos los llaman Dionisio, Rústico y Eleuterio.
Los Reyes Magos aparecen ya en un fresco del siglo II-III que está en las catacumbas de Priscila, en Roma.
En una de sus paredes se ven tres figuras ataviadas con vestiduras
persas que se acercan a la Virgen María y al Niño Jesús. Dicen que
cuando en el año 614 las tropas de Persia ocuparon y destruyeron Palestina, respetaron la iglesia de la Natividad porque vieron un mosaico de los tres Reyes Magos, precisamente ataviados con vestiduras persas.
Los milaneses, decepcionados
Marco Polo visitó sus tumbas en Irán en el siglo XIII. En su apasionante libro de viajes dice que están en la ciudad de Sava, la actual Saveh, al sur de Teherán. Describió los tres sepulcros como grandes casas cuadradas con cimas redondas. Por la descripción, eran probablemente tumbas de sacerdotes del Zoroastrismo, y es verosímil que los Reyes lo fueran.
Varios siglos antes que Marco Polo, llegó hasta allí la
intrépida emperatriz Elena, la madre de Costantino y una apasionada de
las reliquias. Dicen que se hizo con los restos de los Reyes Magos y los
enterró en Costantinopla. Más tarde, Costantino los regaló a su
embajador en Milán, el futuro obispo Eustorgio. Allí estuvieron hasta
que en 1164 otro emperador, Federico Barbarroja, destruyó la ciudad y se
llevó sus cuerpos a Colonia para convertir la ciudad en una meta de peregrinación similar a Santiago de Compostela.
A lo largo de los siglos, los milaneses han intentado
recuperar las reliquias varias veces. Incluso medió sin éxito Felipe II,
que también fue duque de Milán. Como premio de consolación, hace poco
más de 100 años, los milaneses tuvieron que conformarse con algunas pequeñas reliquias de los Reyes que les regaló el arzobispo de Colonia.
¿Qué dice Benedicto XVI?
Benedicto XVI también opina que pertenecían a la casta sacerdotal persa. Los ve como sabios o filósofos, en el sentido originario del término, «personas que van en busca de la verdad y del verdadero Dios». «No representan únicamente a las personas que han encontrado ya la vía que conduce hasta Cristo. Representan el anhelo interior del espíritu humano, la marcha de las religiones y de la razón humana al encuentro de Cristo», explica.
El Papa también piensa que conocían bien las profecías de
un profeta pagano que cita el Antiguo Testamento. Se trata de Balaán
quien vio la llegada de un rey judío acompañada por una gran estrella:
«Avanza una estrella de Jacob, y surge un cetro de Israel». De alguna
forma, los Magos vieron cumplida esta profecía ante una conjunción astral entre Júpiter, Saturno y Marte que tuvo lugar en el año seis;
o quizá tras ver una supernova. Por eso, se pusieron en camino hacia
Judea para conocer y adorar al nuevo rey. La fecha es verosímil porque
por un error de cálculo, nuestro calendario tiene un desfase de 6 ó 7
años respecto al año de nacimiento de Jesús.
Lo importante es que muchos vieron la estrella pero sólo
estos tres hombres se atrevieron a interrogarse sobre ella. «Como los
Magos, todos los creyentes están llamados a afrontar el camino de la
vida buscando la verdad, la justicia y el amor. Debemos buscar esta estrella, debemos seguirla», invita el Papa.