Los rebeldes en Siria
atacaron el miércoles diversos puntos de Damasco, bastión del régimen y
donde se hallan tanto el Gobierno del presidente Bachar El Asad como el
grueso del Ejército. Las fuerzas armadas cortaron diversas calles;
emplearon morteros y tanques, y colocaron a francotiradores en tejados
de la ciudad, para contener el ataque de los opositores contra diversos
puestos de control militar en algunos de los vecindarios más acaudalados
y en los que viven oficiales del régimen y diplomáticos extranjeros. La
última ocasión en que los rebeldes habían logrado atacar el corazón del
régimen había sido en julio del año pasado.
La agencia oficial de noticias Sana informó ayer de una serie de operaciones militares “contra terroristas” en las zonas de Erbin, Zamalka, Harasta y Sbeineh, todas en las inmediaciones de la capital. Un oficial del Gobierno dijo a esa agencia que “muchos terroristas murieron durante la operación, al quedar destruidos sus escondites, además de sus armas, la munición y los instrumentos criminales que tenían en ellos”. En su ofensiva, los opositores armados también atacaron un edificio militar en Palmira, en la zona central del país, con dos coches bomba. En la operación fallecieron 19 soldados, según Sana.
Esa ofensiva rebelde se produjo una semana después de que el líder opositor Moaz Al Khatib, presidente de la Coalición Nacional para las Fuerzas de la Oposición y la Revolución Siria, ofreciera al régimen abrir un diálogo para abrir la vía a una transición. Fue un cambio sustancial, ya que hasta entonces los rebeldes habían puesto la marcha de El Asad como condición previa a cualquier contacto con el régimen.
Esa oferta no sólo quedó ignorada por el Gobierno. Ahora, varias facciones rebeldes aunadas en la oposición han acometido el ataque contra Damasco, rompiendo cualquier posibilidad de dar una solución dialogada al conflicto en el futuro inmediato. La oposición en Siria se halla dividida, compuesta por facciones de ideas y filiaciones muy diferentes, con el principal objetivo común de deponer a El Asad.
Los Comités de Coordinación Local de Siria, una de las redes de rebeldes que opera en el país, expresó ayer su rechazo a las ofertas de negociación. “El desastre actual es el resultado directo de los actos continuados de asesinato, exterminación y deportación de civiles del régimen de El Asad”, dijo esa agrupación en un comunicado en el que reafirmó su voluntad de “derrocar al régimen y sus símbolos; hacer que rindan cuentas aquellos que tienen sangre en sus manos y aquellos que han cometido masacres de forma repetida durante un periodo que dura ya dos años”. En ese tiempo, han fallecido ya 60.000 personas en el conflicto sirio, según el último recuento de Naciones Unidas.
Los rebeldes controlan de momento amplias zonas en las inmediaciones de Alepo e Idlib, en el noroeste del país; diversas villas en torno a Homs; parte del valle de Al Qalamoun, en la frontera con Líbano, y franjas de tierra en la frontera con Israel y Jordania, al sur. El régimen se ha hecho fuerte gracias a una gran coalición de minorías interesadas en preservar el ‘status quo’, entre las que se encuentran el grupo alauita que detenta el poder, además de grupos drusos, cristianos o ismailíes. Sus integrantes, en su mayoría, recelan del embiste de los grupos armados suníes, de los que temen que lleguen a imponer un estado islámico.
La agencia oficial de noticias Sana informó ayer de una serie de operaciones militares “contra terroristas” en las zonas de Erbin, Zamalka, Harasta y Sbeineh, todas en las inmediaciones de la capital. Un oficial del Gobierno dijo a esa agencia que “muchos terroristas murieron durante la operación, al quedar destruidos sus escondites, además de sus armas, la munición y los instrumentos criminales que tenían en ellos”. En su ofensiva, los opositores armados también atacaron un edificio militar en Palmira, en la zona central del país, con dos coches bomba. En la operación fallecieron 19 soldados, según Sana.
Esa ofensiva rebelde se produjo una semana después de que el líder opositor Moaz Al Khatib, presidente de la Coalición Nacional para las Fuerzas de la Oposición y la Revolución Siria, ofreciera al régimen abrir un diálogo para abrir la vía a una transición. Fue un cambio sustancial, ya que hasta entonces los rebeldes habían puesto la marcha de El Asad como condición previa a cualquier contacto con el régimen.
Esa oferta no sólo quedó ignorada por el Gobierno. Ahora, varias facciones rebeldes aunadas en la oposición han acometido el ataque contra Damasco, rompiendo cualquier posibilidad de dar una solución dialogada al conflicto en el futuro inmediato. La oposición en Siria se halla dividida, compuesta por facciones de ideas y filiaciones muy diferentes, con el principal objetivo común de deponer a El Asad.
Los Comités de Coordinación Local de Siria, una de las redes de rebeldes que opera en el país, expresó ayer su rechazo a las ofertas de negociación. “El desastre actual es el resultado directo de los actos continuados de asesinato, exterminación y deportación de civiles del régimen de El Asad”, dijo esa agrupación en un comunicado en el que reafirmó su voluntad de “derrocar al régimen y sus símbolos; hacer que rindan cuentas aquellos que tienen sangre en sus manos y aquellos que han cometido masacres de forma repetida durante un periodo que dura ya dos años”. En ese tiempo, han fallecido ya 60.000 personas en el conflicto sirio, según el último recuento de Naciones Unidas.
Los rebeldes controlan de momento amplias zonas en las inmediaciones de Alepo e Idlib, en el noroeste del país; diversas villas en torno a Homs; parte del valle de Al Qalamoun, en la frontera con Líbano, y franjas de tierra en la frontera con Israel y Jordania, al sur. El régimen se ha hecho fuerte gracias a una gran coalición de minorías interesadas en preservar el ‘status quo’, entre las que se encuentran el grupo alauita que detenta el poder, además de grupos drusos, cristianos o ismailíes. Sus integrantes, en su mayoría, recelan del embiste de los grupos armados suníes, de los que temen que lleguen a imponer un estado islámico.