Dicen que tomar 1,5 litro por semana duplica el riesgo de contraer la enfermedad.
Investigadores franceses publicaron en la edición de febrero de la
revista American Journal of Clinical Nutrition los resultados de un
estudio epidemiológico que asocia, por primera vez, el consumo regular
de bebidas light al riesgo –superior al doble– de contraer diabetes Tipo
2 –la llamada diabetes azucarada–.
El resultado es sumamente
relevante ya que contradice lo que uno creería naturalmente: el riesgo
es más grave para los grandes consumidores de bebidas con edulcorantes
que para aquellos que toman bebidas con azúcar.
Los autores de la
investigación trabajaron con un grupo de 66.118 mujeres, a las que
siguieron de cerca durante catorce años. Sólo tuvieron en cuenta los
casos de diabetes aparecidos durante el seguimiento –entre 1993 y 2007–.
Sus resultados asocian un consumo promedio de bebidas con edulcorante
superior a 1,5 litro por semana –es decir, alrededor de cinco latitas–
con un riesgo aumentado de un 130% de contraer diabetes Tipo 2, en
contraste con las personas que no las consumen.
Este riesgo sube
nada más que un 50% para el caso de un nivel de consumo equivalente de
bebidas con azúcar. En tanto que el consumo de frutas exprimidas –sea
cual sea su nivel– no fue vinculado con ningún riesgo mayor de diabetes.
Los autores de este estudio, que fue dirigido por Francoise
Clavel-Chapelon y Guy Fagherazzi (Inserm, Institut Gustave-Roussy y
Universidad Paris-Sud), se esforzaron por corregir los efectos de otros
parámetros susceptibles de influir en la aparición de la diabetes
azucarada: edad, tabaquismo, actividad física, régimen alimentario, etc.
A falta de un mecanismo consensuado capaz de explicar la conexión
estadística, los investigadores no pretenden demostrar con estos
resultados una relación de causalidad estricta entre el consumo de
edulcorantes y el aumento de riesgo de diabetes.
“No hicimos más
que constatar una conexión estadística en una población grande”, resumió
Fagherazzi. “Un mecanismo posible es que el cerebro, engañado por el
gusto azucarado de los edulcorantes, ponga en marcha la secreción de
insulina, que hace bajar las tasas de glucemia, equivocadamente, porque
no hubo aporte de azúcares. Esta baja artificial podría favorecer la
toma posterior de azúcares para compensar. Pero esto es nada más que una
hipótesis”.
La sucursal francesa de la Asociación Internacional
para los Edulcorantes (ISA Frances) reaccionó enérgicamente el jueves
pasado frente a estos trabajos franceses. Los consideró “dignos de
interés” pero llamó a considerarlos “con prudencia”.
La
publicación de estos trabajos aparece en un mal momento para la
Autoridad Europea de Seguridad de los Alimentos (EFSA). Esta hizo
pública, en enero pasado, la versión preliminar de su primera evaluación
completa sobre los riesgos del aspartame, el principal edulcorante
utilizado por la industria agroalimentaria. Los especialistas de la
agencia de Parma (Italia) consideran que por lo que se sabe el aspartame
no presenta peligro, pero su opinión está abierta a los comentarios de
las partes involucradas –asociaciones, industriales, científicos– hasta
el 15 de febrero. La opinión definitiva de la EFSA, que tendrá en cuenta
todos los comentarios de los interesados, debe darse a conocer en la
próxima primavera boreal.