De ciencia ficción. Quizás estas sean las palabras que mejor definan el súper armamento que los científicos nazis trataron de crear durante toda la Segunda Guerra Mundial y que, de haberse fabricado varios meses antes, podría haber inclinado la balanza del lado de Hitler
Desde cañones que trataban de usar la energía de los
elementos naturales para acabar con los enemigos del Führer hasta
máquinas con tecnología punta y en las cuáles está basado una gran parte
del armamento actual. Los nazis, dedicaron durante años gran parte de sus recursos a tratar de fabricar armas que les dieran la victoria sin apenas sufrir bajas en el campo de batalla.
«Todos los expertos en armamento del III Reich han
destacado un hecho evidente: si la investigación se hubiese adelantado
tan sólo un año, el resultado de la contienda podía haber sido muy
distinto», afirma el escritor José Lesta en su libro «El enigma nazi» (editado por Edaf).
«Sin embargo, el propio sistema nazi propició también el derrumbe final
del Régimen bajo el peso de los abultados y multimillonarios gastos
destinados a las revolucionarias ‘armas maravillosas’», sentencia.
Y es que, el desarrollo de estas armas revolucionarias también costó una auténtica fortuna a los seguidores de Hitler,
aún cuando algunas no podían fabricarse más que en la imaginación. Sin
embargo, tampoco se puede negar que, gracias a estos «sueños», Alemania se adelantó varios años a la capacidad tecnológica de su época.
La guerra podría haberse decidido si estas armas se hubieran construído en masa |
Las «armas limpias»
De entre todos los inventos que los nazis idearon para la guerra, los que más destacan por su originalidad son las denominadas «armas limpias», llamadas así debido a que utilizaban la energía del medio ambiente para funcionar.
1 - La primera de ellas es el «cañón de viento»,
un artefacto ideado para lanzar rayos de aire. «Diseñado en Stuttgart
durante la guerra, era un tipo de arma que podía emitir un flujo
pulsante de aire comprimido. Feo y grotesco en apariencia, estaba
construido con un gran caño curvo con un codo en forma de giba»,
determina el experto.
Este cañón funcionaba presuntamente con oxígeno e hidrógeno en
proporciones moleculares, los cuales, al unirse, creaban una mezcla
mortal que se podía llegar a disparar. «Lanzaba, tras una violenta
detonación, un proyectil ‘de viento’, una especie de golpe de aire comprimido y vapor de agua que tenía un efecto similar al de una granada», explica Lesta.
Al parecer, y según determina el escritor: «Las pruebas se realizaron en Hillersleben, y se logró destruir planchas de madera de 2,5 centímetros de grosor a 183 metros de distancia».
En palabras de Lesta, un prototipo de este cañón fue instalado sobre un
puente sobre el río Elba para su protección, pero nunca fue utilizado.
2 - Otra «arma limpia», según determina Lesta, fue el «cañón sónico», creado en los años 40 por el doctor Richard Wallauschek. «Estaba formada por dos reflectores parabólicos conectados por varios tubos que formaban una cámara de disparo. A través de los tubos entraba en la cámara una mezcla de oxígeno y metano que era detonada de forma cíclica», explica el experto.
«Las ondas de sonido producidas por los explosivos, por reflexión, generaban una onda de choque de gran intensidad que creaba un rayo sónico de enorme amplitud. La nota aguda que enviaba superaba los 1.000 milibares a casi 50 metros. A esta distancia, medio minuto de exposición mataría a cualquiera que se encontrara cerca, y a 250 metros seguiría produciendo un dolor insoportable», determina Lesta.
A pesar de que el «cañón sónico» podría haber revolucionado
el mundo armamentístico de la II Guerra Mundial, finalmente no se llegó
a utilizar debido a su gran tamaño (pues, al parecer, una de sus piezas
medía más de tres metros). Sin embargo, algunos documentos afirman que
llegó a probarse contra animales.
Al parecer, el objetivo que se buscaba con este curioso
invento era derribar a los aeroplanos enemigos en el momento en que
explotase la mezcla. Este revolucionario artefacto, sin embargo, no
surtió efecto en sus primeras pruebas, por lo que se intentó mejorar.
«Se llegó a la conclusión de que se podrían producir
oscuros y enormes torbellinos a base de polvo de carbón con la potencia
suficiente para romper las alas y la estructura de los aviones aliados. El alcance del arma se cifró en unos 150 metros»,
explica el experto en su libro. Según parece, este original cañón no
llegó a utilizarse nunca como tal, pero sí algunas armas basadas en el
viento.
4 – Finalmente, y dentro del armamento climatológico, destacó el «cañón solar», el cual utilizaba la energía de este astro para lanzar un gigantesco rayo de calor sobre los aviones enemigos. «Los bocetos iníciales mostraban un gigantesco reflector que, a modo de espejo, debía captar una gran cantidad de rayos solares focalizándolos en una zona determinada», aclara Lesta.
Sin embargo, y a pesar de que presuntamente se construyó un
modelo inicial de este aparato, tampoco se llegó a utilizar en combate
debido a que el prototipo fue robado por los americanos casi al final de la guerra. «Nunca se volvió a saber nada más acerca del mismo», finaliza el experto.
5 - Una bomba revolucionaria. Finalmente, la última de estas curiosas armas fue la llamada «bomba endotérmica».
«Se trataba de explosivos que serían lanzados por aviones de gran radio
de acción y con capacidad para, al detonar, crear una zona de intenso
frío que congelaría en un radio de un kilómetro toda forma de vida de
manera temporal. Es uno de los ingenios de los que menos información se
dispone», sentencia el escritor.