Nuestro propio ombligo puede resultarnos una vulgar
hendidura que vemos cada día, casi un agujero ridículo y al que apenas
prestamos atención, pero, sin embargo, es un territorio relativamente
inexplorado lleno de vida. Un equipo de investigadores de distintas
universidades estadounidenses ha analizado qué escondemos ahí dentro, y
resulta que no solo pelusilla. Esas cicatrices que recuerdan nuestro
nacimiento albergan toda una jungla microscópica. Nada menos que 2.000 especies diferentes de bacterias y microorganismos,
desde las más comunes (como estafilococos) a otras más raras (las
arqueas, nunca antes encontradas en la piel humana), «peleonas» como las
pertenecientes al género Bacillus -que luchan contra los hongos y los virus-, y hasta las Micrococcus, que son las responsables del olor corporal.
Los científicos, dirigidos por Robert Dunn, de la
Universidad Estatal de Carolina del Norte, encontraron todas estas
bacterias en los ombligos de diferentes grupos de voluntarios que
participaron en la investigación, publicada en la revista PLoS ONE. Muchas de las bacterias eran raras y aparecían en menos de diez de cada 60 personas del estudio. Sin embargo, las bacterias comunes eran compartida por más del 70% de los ombligos.
«Al principio, comenzamos este proyecto para ayudar a la
gente a entender el maravilloso sistema ecológico que nos cubre de la
cabeza a los pies, por dentro y por fuera», explica Dunn a PLoS ONE,
pero en algún punto, el proyecto pasó de la divulgación a la ciencia. El
ombligo está menos expuesto que otras partes de nuestro cuerpo a los
productos químicos y la «contaminación» de otras personas con las que
nos encontramos cada día, por lo que suponía una muestra de piel ideal
para ser analizada por los investigadores.
2.000 tipos de bacterias pueden habitar en el ombligo humano |
Ni el sexo ni la edad
«No conozco ningún estudio que sea capaz de explicar las
diferencias en las bacterias de la piel de una persona a otra. Es un
gran misterio que permanece vivo ahora mismo en nosotros», dice el
científico. El equipo concluye que si bien ahora sabemos qué bacterias
son más frecuentes en el ombligo, todavía son incapaces de predecir
cuáles de esas bacterias frecuentes se encontrarán en el ombligo de una
persona en particular. «No parece importar ni el sexo, ni la edad, ni el
lugar de residencia ni el lugar de nacimiento, así que eso es lo que
intentamos averiguar ahora», señala Robert Dunn. De la misma forma, los
científicos intentan conocer cómo modificar nuestro comportamiento de
manera que podamos favorecer a las especies que nos mantienen sanos y evitar a las que nos hacen daño.