Julia Kozerski es una artista estadounidense de 28 años que fotografió tanto su proceso de descenso de peso, como el “después”: puso en primer plano sus estrías, colgajos y pliegues de la piel, como un símbolo de su esfuerzo y del camino recorrido. Vía mail, conversamos con ella.
Bajar de peso no fue lo más difícil para Julia Kozerski.
Lo más complicado fue aprender a aceptarse, aprender a amarse. Fue
durante el proceso que la llevó de 170 a 73 kilos en un año que entendió
que lo único que necesitaba era encontrarse a ella misma, “para bien o
para mal”, como ella dice. Su experiencia no quedó en el terreno de lo
privado: sus autorretratos (entre ellos, provocativos desnudos)
cuestionan el culto a la belleza y a la perfección tan arraigado en
nuestras sociedades. Vía mail, conversamos con esta fotógrafa
estadounidense de 28 años sobre su trabajo.
La “travesía” –como
ella lo llama- empezó en diciembre de 2009, cuatro meses después de su
casamiento. “La balanza decía ‘170’. Ahí decidí bajar de peso, de una
manera autodirigida y saludable”. Eliminó las comidas rápidas y las gaseosas, comenzó a controlar las porciones y aumentó sus horas de ejercicio.
En esos meses fue cuando se gestó, “sin querer”, la serie fotográfica “Changing Room”.
La primera foto se la sacó su hermana menor, Jamie, durante una de las
pruebas del vestido de novia. Las siguientes, las tomó a lo largo del
año en el que bajó de peso. “Mi cuerpo cambiaba rápidamente y no me
reconocía en el espejo. Cada vez que me probaba un atuendo, me sacaba
una foto: en ocasiones, como una celebración de mis logros físicos, y en
otras, como un intento por entender mejor en quién me estaba
convirtiendo”, recordó Julia.
“Durante mi ‘travesía’, solía
consultar esas fotos. Si deseaba comida chatarra o ponía excusas para no
hacer ejercicio, agarraba mi teléfono y miraba las fotos para ver que
trabajar duro sí valía la pena”, comentó sobre estas imágenes, que no
fueron producidas para ser expuestas o compartidas con otros. Pero al
final del año, comenzó a archivarlas y se sorprendió al ver que tenía
alrededor de 200. “Cuando las vi todas juntas fue cuando realmente ‘vi’
cuán dramático había sido el cambio”, comentó Kozerski. “Yo había vivido
dentro de mi cuerpo, pero entonces comprendí que era yo quien había
hecho el cambio”.
Su lucha privada se hizo pública cuando empezó a
incorporar esa experiencia en sus actividades artísticas, en el
Instituto de Arte y Diseño de Milwaukee (MIAD), donde estudió Fotografía
de Bellas Artes e Historia del Arte: “Empecé con la fotografía
sociodocumental, centrada en la industria de comida rápida, pero sentía
que el mensaje que compartía estaba muy lejos de mi experiencia
personal. Así, decidí utilizar mi propia experiencia como musa. Las
primeras imágenes que compartí eran fotografías mías en la balanza.
Pero, una vez más, se sentían muy lejos. Decidí dar un paso más: empecé a
fotografiarme a mí misma desnuda”.
Esas imágenes, de la serie
“Half” (“Mitad”, que podés ver en la galería de esta misma nota),
incluyen estrías, “rollos”, pliegues de la piel, contornos voluptuosos y
más. Son desnudos sinceros, despojados, grotescos. No son desnudos
“cuidados”, tal como las modelos suelen justificar el hecho de sacarse
la ropa para seducir frente a las cámaras junto al Photoshop y otros
aditamentos. Las imágenes de “Half” muestran el cuerpo de una mujer que
bajó de peso, un cuerpo que no es “perfecto” según los cánones sociales
actuales y que logra impactar. Las marcas de su descenso de peso son las
claves de este trabajo, que busca apropiarse de la “imperfección” y
parece preguntar al espectador: ¿por qué deshacerse de los signos que
recuerdan la lucha, el esfuerzo?
“Percibí que la historia que
contaba a través de mis imágenes no se trataba sólo de mí, sino de la
experiencia humana en general. Ya sea una persona que lucha con su peso,
otra que batalla contra una adicción o un niño que no se siente
‘normal’, todos compartimos estos pensamientos, sentimientos y
emociones. Mis fotografías están destinadas a ser utilizadas como
catalizadores para discusiones abiertas, honestas, personales y
privadas. Para hablar sobre la belleza y la imagen corporal, sobre el
éxito y el fracaso, sobre la identidad perdida y encontrada, sobre la
aceptación de los demás y sobre el amor propio”. “Mis fotografías tienen la intención de hablar visualmente sobre la vida”.
Los
extensos pliegues y la piel sobrante hablan de la grasa que ya no está.
Cuando Julia mira su cuerpo se permite pensar “no quiero llenar esto de
nuevo”. Pero también le permitió entender que adelgazar no resolvió
todos sus problemas, que la felicidad no está atada a la balanza: “Creo
que la sociedad le da un énfasis innecesario a la belleza física y a la
importancia de una estética determinada. Cuando comencé mi
transformación, lo único que quería era parecerme a una de esas modelos
famosas que todo el mundo quiere imitar. Estaba tratando de ‘ser’
distinta de mí misma. Como todos sabemos, este esfuerzo es inútil
porque, al final, sólo podés ser vos. Aprendí a dejar de compararme con
los demás. Toda mi travesía se convirtió en la búsqueda de mí misma para
aprender a amar todo lo que soy, para bien o para mal”.