El país crece a un ritmo superior al 10% y deja atrás su imagen de sitio idóneo para acoger negocios ilegales y capitales sucios.
La añeja imagen de la callejuela de Salsipuedes remite a un viejo estilo de hacer negocios en el corazón de la capital panameña. Dominado por empresarios chinos inmigrantes, el estrecho pasadizo urbano creció económicamente al amparo y en paralelo a la construcción del ferrocarril y de la vía marítima interoceánica desde finales del siglo XIX, para convertirse en un babel comercial de españoles, americanos, turcos, indios, africanos, italianos, judíos y árabes.
El rostro de Panamá dejó atrás la anécdota histórica y busca emerger como el Singapur de las Américas. Una fila de rascacielos y megaproyectos inmobiliarios de lujo serpentea frente a la bahía de la capital —nervio y motor económico del país— y al lado de islas postizas o inventadas por robos al mar y modernas carreteras, en un permanente espectáculo de opulencia que adereza la nueva pintura del paisaje panameño.
La febril actividad empresarial de negocios de todo tipo sigue creciendo, en una tierra apetecida en las postrimerías del siglo XVII por el pirata Henry Morgan y ocupada desde el inicio del siglo XX por el presidente de EE UU, Teodoro Roosevelt, para edificar el canal de Panamá y unir el Pacífico con el Atlántico en el angosto istmo. Por décadas de escasas regulaciones estatales, el país sirvió de bazar y escondite para múltiples negociados legales e ilegales, desde armas y drogas hasta conspiraciones políticas y blanqueo de dinero.
“Tenemos un crecimiento económico envidiable”, admitió. Sin embargo, añadió que Martinelli descuidó el flanco social, al dispararse al alza la deuda pública en unos 8.000 millones de dólares. “Esto ha sido estimulado por el Gobierno al pagar precios por encima del valor real de las obras de diversos proyectos, con todo tipo de movimientos especulativos. Cuando eso ingrese a la contabilidad nacional, la cuenta de esta fiesta la vamos a tener que pagar tarde o temprano”, puntualizó.
Del lado oficialista se rechazan todas las acusaciones contra Martinelli. “Es una persona de carácter fuerte, no autoritario. Así como su empresa privada ha logrado crecer, de esa misma manera ha hecho crecer el país”, alegó José Muñoz, expresidente de la Asamblea Nacional y diputado por el oficialista partido Cambio Democrático.
Muñoz declaró que “tampoco es un Gobierno para los empresarios. Todo lo contrario. Ha logrado que los empresarios entiendan que deben pagar impuestos para lograr recursos para los más necesitados y que el país crezca. Para que un país como Panamá crezca, tiene que tener un presidente con carácter fuerte, decidido a hacer las cosas”.
“Todos los empresarios están muy contentos”, reconoció, “porque hacen mucho más dinero. Y es producto de que Martinelli ha logrado esa conciliación con los empresarios”.
El cóctel panameño tiene numerosos ingredientes: un canal, un centro
bancario internacional, la primera flota mercante del mundo, una zona de
libre comercio que es uno de las principales bases continentales de
acopio y reexportación de mercancías, un ferrocarril interoceánico,
siete puertos privados y decenas de casinos. Permanece la huella de
haber sido uno de los más importantes paraísos fiscales de la región.
Panamá se colocó en 2011 a la cabeza del crecimiento económico de
América Latina y el Caribe, con un incremento de 10,6% del Producto
Interno Bruto, frente a 9,2% en 2010, según el Instituto de Estadística y
Censo (INEC) del país.
La economía panameña, agregó el INEC, recuperó el ritmo de aumento de dos dígitos que registró antes de la crisis mundial que estalló en 2008. El PIB, añadió el Instituto, pasó de 20.300 millones de euros en 2010 a 26.420 millones de euros en 2011, con lo que Panamá marcó distancia con el resto de países iberoamericanos y caribeños anglosajones.
Pese a que el oasis panameño deslumbra en un vecindario de economías frágiles, las dudas persisten sobre el sostenimiento del proceso a medio y largo plazo. Muchas de las nuevas grandes construcciones siguen vacías y cunden las sospechas acerca de si el origen del dinero es legal o ilegal, en un país con fama de haber servido en el pasado para acoger y legitimar capitales sucios.
“Es cierto: Panamá es el país de los negocios", subrayó el panameño Tomás Drohan, director jubilado y exingeniero jefe del canal. “Pero la distribución de la riqueza es pobre, es una de las peores en América Latina, aunque hay una riqueza per cápita buena. Y eso puede causar problemas sociales… ya vemos algunos", declaró Drohan a este diario. “Tenemos un grupo digamos que de personas inempleables… que ya no cuentan en las estadísticas. En las regiones de indígenas hay 99% de pobreza”, aseguró Henríquez.
De los 3,3 millones de habitantes, un 40% sufre distintos rangos de miseria y marginación. Con una población económicamente activa de poco más de un millón de panameños, el desempleo supera el 5%, lo que agudiza la tensión social en un caldero político que, con frecuencia, agita las aguas panameñas y recuerda costumbres artesanales de los negocios en la vieja Salsipuedes pero en una tierra empeñada en convertirse en un nuevo Singapur.
Después de Belice, que se independizó de Gran Bretaña en 1981, Panamá es la segunda nación más joven de la América continental, ya que obtuvo su independencia de Colombia en 1903 y por la presión de Estados Unidos, que se apropió de una franja de suelo panameño —inicialmente a perpetuidad— en la que de 1904 a 1914 construyó el Canal, con una zona aledaña para sus fuerzas militares.
Panamá, además, es una democracia joven. Invadida en 1989 por tropas de Estados Unidos, para deponer a un régimen militar golpista instalado en 1968 por el ahora fallecido general Omar Torrijos y sostenido al amparo de la oscuridad de negocios de narcotráfico por el ahora encarcelado ex-general Manuel Noriega, no fue sino a finales de diciembre de 1999 cuando salió el último soldado estadounidense de suelo panameño. Con la intervención militar de 1989, se inició un periodo de alternancia partidista en el poder político tras 21 años de régimen castrense.
La añeja imagen de la callejuela de Salsipuedes remite a un viejo estilo de hacer negocios en el corazón de la capital panameña. Dominado por empresarios chinos inmigrantes, el estrecho pasadizo urbano creció económicamente al amparo y en paralelo a la construcción del ferrocarril y de la vía marítima interoceánica desde finales del siglo XIX, para convertirse en un babel comercial de españoles, americanos, turcos, indios, africanos, italianos, judíos y árabes.
El rostro de Panamá dejó atrás la anécdota histórica y busca emerger como el Singapur de las Américas. Una fila de rascacielos y megaproyectos inmobiliarios de lujo serpentea frente a la bahía de la capital —nervio y motor económico del país— y al lado de islas postizas o inventadas por robos al mar y modernas carreteras, en un permanente espectáculo de opulencia que adereza la nueva pintura del paisaje panameño.
La febril actividad empresarial de negocios de todo tipo sigue creciendo, en una tierra apetecida en las postrimerías del siglo XVII por el pirata Henry Morgan y ocupada desde el inicio del siglo XX por el presidente de EE UU, Teodoro Roosevelt, para edificar el canal de Panamá y unir el Pacífico con el Atlántico en el angosto istmo. Por décadas de escasas regulaciones estatales, el país sirvió de bazar y escondite para múltiples negociados legales e ilegales, desde armas y drogas hasta conspiraciones políticas y blanqueo de dinero.
El empresario que llegó a presidente
La oposición acusa al presidente panameño, Ricardo Martinelli, —próspero empresario de los supermercados—, de autoritario y de gobernar con criterio de hombre de negocios. “Estamos frente a un presidente autoritario que concentra el poder económico, político y mediático, para perpetuarse en el poder”, dijo Milton Henríquez, presidente del opositor Partido Popular. En una entrevista, Henríquez subrayó que Martinelli “es un empresario que gobierna para ciertos empresarios”.
“Tenemos un crecimiento económico envidiable”, admitió. Sin embargo, añadió que Martinelli descuidó el flanco social, al dispararse al alza la deuda pública en unos 8.000 millones de dólares. “Esto ha sido estimulado por el Gobierno al pagar precios por encima del valor real de las obras de diversos proyectos, con todo tipo de movimientos especulativos. Cuando eso ingrese a la contabilidad nacional, la cuenta de esta fiesta la vamos a tener que pagar tarde o temprano”, puntualizó.
Del lado oficialista se rechazan todas las acusaciones contra Martinelli. “Es una persona de carácter fuerte, no autoritario. Así como su empresa privada ha logrado crecer, de esa misma manera ha hecho crecer el país”, alegó José Muñoz, expresidente de la Asamblea Nacional y diputado por el oficialista partido Cambio Democrático.
Muñoz declaró que “tampoco es un Gobierno para los empresarios. Todo lo contrario. Ha logrado que los empresarios entiendan que deben pagar impuestos para lograr recursos para los más necesitados y que el país crezca. Para que un país como Panamá crezca, tiene que tener un presidente con carácter fuerte, decidido a hacer las cosas”.
“Todos los empresarios están muy contentos”, reconoció, “porque hacen mucho más dinero. Y es producto de que Martinelli ha logrado esa conciliación con los empresarios”.
La economía panameña, agregó el INEC, recuperó el ritmo de aumento de dos dígitos que registró antes de la crisis mundial que estalló en 2008. El PIB, añadió el Instituto, pasó de 20.300 millones de euros en 2010 a 26.420 millones de euros en 2011, con lo que Panamá marcó distancia con el resto de países iberoamericanos y caribeños anglosajones.
Pese a que el oasis panameño deslumbra en un vecindario de economías frágiles, las dudas persisten sobre el sostenimiento del proceso a medio y largo plazo. Muchas de las nuevas grandes construcciones siguen vacías y cunden las sospechas acerca de si el origen del dinero es legal o ilegal, en un país con fama de haber servido en el pasado para acoger y legitimar capitales sucios.
Miseria y pobreza
Las cifras financieras van y vienen en el debate cotidiano, mientras la miseria y la pobreza extrema golpean a muchos capas de la población de un país que esconde un rostro de exclusión, aunque se promociona internacionalmente como una especie de arco iris permanente de oportunidades y de éxito garantizado a los capitales internacionales, con una posición estratégica para la banca, el comercio, los seguros, el transporte marítimo y aéreo mundial y una extensa lista de servicios navieros, portuarios, financieros y de telecomunicaciones.
“Es cierto: Panamá es el país de los negocios", subrayó el panameño Tomás Drohan, director jubilado y exingeniero jefe del canal. “Pero la distribución de la riqueza es pobre, es una de las peores en América Latina, aunque hay una riqueza per cápita buena. Y eso puede causar problemas sociales… ya vemos algunos", declaró Drohan a este diario. “Tenemos un grupo digamos que de personas inempleables… que ya no cuentan en las estadísticas. En las regiones de indígenas hay 99% de pobreza”, aseguró Henríquez.
De los 3,3 millones de habitantes, un 40% sufre distintos rangos de miseria y marginación. Con una población económicamente activa de poco más de un millón de panameños, el desempleo supera el 5%, lo que agudiza la tensión social en un caldero político que, con frecuencia, agita las aguas panameñas y recuerda costumbres artesanales de los negocios en la vieja Salsipuedes pero en una tierra empeñada en convertirse en un nuevo Singapur.
Después de Belice, que se independizó de Gran Bretaña en 1981, Panamá es la segunda nación más joven de la América continental, ya que obtuvo su independencia de Colombia en 1903 y por la presión de Estados Unidos, que se apropió de una franja de suelo panameño —inicialmente a perpetuidad— en la que de 1904 a 1914 construyó el Canal, con una zona aledaña para sus fuerzas militares.
Panamá, además, es una democracia joven. Invadida en 1989 por tropas de Estados Unidos, para deponer a un régimen militar golpista instalado en 1968 por el ahora fallecido general Omar Torrijos y sostenido al amparo de la oscuridad de negocios de narcotráfico por el ahora encarcelado ex-general Manuel Noriega, no fue sino a finales de diciembre de 1999 cuando salió el último soldado estadounidense de suelo panameño. Con la intervención militar de 1989, se inició un periodo de alternancia partidista en el poder político tras 21 años de régimen castrense.