“Las parejas del mismo sexo deberían poder casarse”, ha dicho hoy por sorpresa Barack Obama, cruzando una línea que divide dos visiones culturales y morales antagónicas de la sociedad de Estados Unidos y apostando por una opción progresista y arriesgada que puede tener importantes consecuencias electorales. En una entrevista con la cadena de televisión ABC que será emitida mañana en su integridad y de la que hoy se adelantó un pequeño fragmento, el presidente norteamericano explica que después de varios años de reflexión y “evolución” sobre este asunto, ha llegado a la conclusión de que, “personalmente, es hora de ir hacia delante”.
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Esta declaración constituye un hito histórico en este país. Aunque Obama no anunció medidas concretas para hacerla efectiva y el camino hasta la legalización del matrimonio homosexual todavía puede ser largo y complejo, el hecho de que el presidente se pronuncie claramente a favor abre un debate que puede ocupar gran parte de la campaña electoral en las próximas semanas.
El candidato presidencial republicano, Mitt Romney, ha afirmado, poco después de revelarse la posición de Obama, que él seguía entendiendo el matrimonio como “la relación entre un hombre y una mujer”. El Partido Republicano calificó el gesto del presidente de “mero movimiento electoral”.
Romney había tratado de huir de la polémica hasta que la semana pasada se vio plenamente inmerso en ella por la dimisión de uno de los principales asesores de su campaña que se había declarado abiertamente gay. Pese a que Romney dijo después que estaría encantado de readmitirlo, no pudo evitar las duras críticas de quienes le acusaron de haber cedido al chantaje de la derecha religiosa y el Tea Party. A lo largo de su carrera, Romney ya ha cambiado de posición en lo referido a los derechos de los homosexuales, desde el reconocimiento a la plena igualdad que defendió en sus comienzos hasta su oposición al matrimonio gay después.
Las uniones entre el mismo sexo cuentan con el
respaldo del 50% de los norteamericanos y la oposición del 48%. Es un
tema que divide por la mitad a la nación.
El pasado domingo, el vicepresidente Joe Biden se pronunció por primera vez a favor del reconocimiento de las bodas entre homosexuales. La Casa Blanca se sintió obligada después a precisar que esa declaración solo representaba la opinión personal de Biden, pero quedó la impresión de que Obama estaba utilizando a su número dos como ariete para medir el efecto de esa posición.
Varios comentaristas del lado progresista habían recomendado al presidente que diera un paso adelante y se pronunciara por la legalización del matrimonio gay. Otros, en cambio, le advirtieron de los riesgos de esa decisión, en la que tiene poco que ganar y mucho que perder.
Un ejemplo de lo que Obama se juega en este asunto es Carolina del Norte. Ese es un Estado que el presidente ganó en 2008 y que aspira a volver a ganar en noviembre. Pero es un Estado esencialmente conservador y religioso donde los potenciales votantes de Obama pueden estar de acuerdo con él en muchas cosas pero negarle el apoyo por una discrepancia por un asunto de fe, como es el matrimonio homosexual. Como prueba de ese peligro, Carolina del Norte se convirtió el martes en el 30º Estado de la Unión que aprueba una ley que define el matrimonio como “la unión entre un hombre y una mujer”.
Las uniones entre personas del mismo sexo cuentan hoy con el respaldo del 50% de los norteamericanos y la oposición del 48%, según la última encuesta de Gallup, es decir, es un tema que divide por la mitad a la nación. Y la divide, además, de una forma irregular. Muchos de los tradicionales votantes demócratas están en el campo de los que se oponen. Un 55% de los afroamericanos, por ejemplo, lo rechazan. Similar puede ser la situación entre los hispanos, en su mayoría católicos.