Propone efectos tan sorprendentes que sacude a todo el mundo médico. La medicina ortomolecular se basa en la filosofía de que las enfermedades son desequilibrios moleculares, corregibles con dosis altas de los nutrientes que están en falta. Por ejemplo, el estrés en exceso aumenta las necesidades de vitamina B, C y E y de magnesio; fumar sube la demanda de vitamina C y el alcoholismo incrementa los requerimientos de las vitaminas B, B5 y C.
Lo que hay que evitar. Propone decir no a los azúcares, las sales y
los carbohidratos simples, como dulces, pan, pastas y el alcohol
Restaurar la salud significa, desde esta visión, devolver el equilibrio molecular. Esta medicina nació en 1968, de la mano del catedrático de química de la Universidad de Stanford y dos veces premio Nobel, Linus Pauling, pero ganó popularidad en el país cuando distintas celebrities la adoptaron como estrategia antiage.
“Sabemos que el envejecimiento se acelera por un proceso de estrés oxidativo de las células, que significa, básicamente, que la célula muere más rápido. Entonces, la persona aparenta ser más vieja de lo que es y los achaques llegan antes”, explica el doctor Néstor Cardinali, bioquímico y licenciado en Alimentación. Señala que un régimen antioxidante, basado en vitamina C, vitamina E, betacaroteno, zinc y selenio, puede frenar el deterioro celular.
A su vez, destaca que una dieta normal, por más balanceada que sea, no alcanza para lograr estos efectos. “Los niveles de vitamina C –aplicada para fijar el colágeno en las células y prevenir las arrugas–, requeridos para evitar el estrés oxidativo, es de 1 a 3 gramos por día, mientras que la dosis diaria suele rondar los 60 miligramos”, ejemplifica Cardinali. Allí es cuando entra en escena el médico ortomolecular, que define un tratamiento a medida con dosis inyectables de minerales y vitaminas.
“Se hace un estudio genético y se mide, órgano por órgano, la velocidad de desgaste funcional. Recién después se ajustan las dosis de antioxidantes. Es una medicina muy personalizada”, resume el doctor Rubén Mühlberger, especialista en medicina ortomolecular y director de una clínica especializada en dermoestética y antiaging. Aconseja hacer una primera consulta entre los 35 y 40 años, cuando la producción de hormonas empieza a mermar y el desequilibrio de nutrientes se acentúa.
“El envejecimiento precoz es una enfermedad y las moléculas a una determinada dosis actúan como medicamentos para frenarlo. Sabemos que vamos a envejecer, pero nuestro objetivo es mejorar la calidad de ese envejecimiento”, declara el doctor Mühlberger. Asegura que los tratamientos no tienen ningún riesgo, dado que las moléculas que se inyectan son biodisponibles, idénticas a las que emplea el cuerpo, con lo cual no provocan ninguna reacción desfavorable.
La polémica que envuelve a la medicina ortomolecular surge porque, así como apuesta a frenar el envejecimiento, también se propone prevenir y tratar enfermedades como la diabetes o el cáncer. Y muchos médicos creen que este tipo de tratamientos son meras soluciones mágicas a problemas más complejos. Aparte, el doctor Cardinali reconoce ante la popularidad que ganaron estos tratamientos, aparecieron “muchos chantas” que devalúan la disciplina.
El doctor Adolfo Wachs, jefe de la División de Clínica Médica del Hospital Argerich, es uno de los críticos de la medicina ortomolecular: “Es obvio que las personas mejor alimentadas viven más y mejor, sin embargo, no se reduce al aporte de vitaminas”.
El doctor Cardinali asegura que los resultados de los tratamientos están comprobados. Mühlberger, por su parte, resalta que es una propuesta integrativa: “No hay medicinas mejores que otras. Los tratamientos ortomoleculares no son alternativos, son complementarios a los tradicionales”, concilia.