Si
todo marcha según lo previsto, en apenas una semana, el próximo 6 de
agosto, la nave más sofisticada jamás enviada por el hombre a otro mundo
llegará a Marte. Una vez allí, la misión Mars Science Laboratory (MSL) liberará al Curiosity, un vehículo robótico de seis ruedas, casi una tonelada de peso y tres metros de longitud, tres veces mayor que los anteriores Spirit y Opportunity.
Han
sido necesarios diez años de investigación, más de 2.500 millones de
dólares y el trabajo de 5.000 personas para conseguirlo. Y un viaje de
nueve meses y 250 millones de km. para alcanzar el objetivo. En el
momento de escribir estas líneas, la misión, con el rover Curiosity en
su interior, se preparaba para realizar las maniobras de inserción en la
órbita del Planeta Rojo. El próximo lunes, si no hay contratiempos, el
vehículo será depositado suavemente en el cráter Gale, un lugar
prometedor y rico en arcillas, señal inequívoca de que en el pasado
albergó grandes cantidades de agua.
El
Curiosity lleva a bordo 80 kg. de material científico, 16 veces más que
sus dos predecesores, y tiene la capacidad de revolucionar,
literalmente, nuestros conocimientos sobre Marte. Su equipamiento es
realmente espectacular. Cuenta, por ejemplo, con un laboratorio
alimentado por energía nuclear que es capaz de vaporizar rocas y
"devorar" copiosas muestras minerales, desmenuzándolas en busca de los
elementos básicos de la vida. El vehículo, que podrá desplazarse a una
velocidad máxima de 90 metros por hora, será capaz de superar, sin ayuda
humana, obstáculos y desniveles de hasta 75 cm. de altura.
La
misión, considerada como histórica, tiene cuatro objetivos principales:
determinar si el planeta albergó vida en algún momento de su pasado;
realiizar, durante dos años, medidas climatológicas continuas y a
intervalos de una hora; realizar estudios geológicos de la superficie de
Marte y, lo más importante, determinar con exactitud las condiciones de
habitabilidad del planeta. O lo que es lo mismo, recabar todos los
datos necesarios para el futuro establecimiento de colonias humanas.
Pero
ya habrá tiempo para hablar de eso. Por ahora, la mayor preocupación
para los responsables de la misión es completar con éxito una compleja y
más que arriesgada maniobra de aterrizaje que nunca se había probado
hasta ahora. Las dimensiones y el peso del Curiosity, en efecto, no
permiten que el "amartizaje" se lleve a cabo con las mismas técnicas
utilizadas en misiones anteriores.
Spirit
y Opportunity, los dos rover que precedieron al Curiosity, llegaron a
Marte, a principios de 2004, en el interior de dos grandes "airbags" que
fueron rebotando entre las rocas de la superficie hasta detenerse por
completo. Una técnica que en esta ocasión, debido al tamaño del rover,
no puede utilizarse.
Como
un auténtico (y carísimo) juguete transformable, la misión MSL tendrá
que cambiar hasta seis veces de configuración durante la última etapa de
su viaje. Y todo para conseguir pasar, en apenas siete minutos, de
21.000 km/h. a solo 2,7 km/h. Para ello utilizará hasta 76 dispositivos
pirotécnicos, además de cuerdas, ganchos, grúas y el mayor paracaídas
supersónico jamás construido hasta ahora.
Por
cierto, la nave tendrá que realizar toda la maniobra de aterrizaje por
sus propios medios, ya que Marte está demasiado lejos como para que los
científicos la manejen por control remoto. De hecho, la última orden
humana que recibirá la MSL le llegará dos horas antes del aterrizaje.
Nada
más entrar en la atmósfera de Marte, Curiosity enviará una señal a la
Tierra, pero ésta no llegará hasta el centro de control hasta 14 minutos
más tarde. Cuando lo haga, el vehículo ya llevará siete minutos sobre
la polvorienta superficie del Planeta Rojo, bien de una pieza o hecho
pedazos... No en vano la NASA ha bautizado este intervalo de tiempo como
los "siete minutos de terror".
No
resulta extraña la preocupación de los técnicos de la NASA. La
superficie marciana, llena de rocas y accidentes, resulta muy poco
apropiada para un aterrizaje seguro. Su atmósfera, además, cien veces
más delgada que la terrestre, tiene densidad de sobra para causar
problemas pero no la suficiente como para frenar a una nave hasta una
velocidad más confortable para el aterrizaje. Por eso, desde las
primeras misiones soviéticas de los años 60 hasta hoy, más de la mitad
de las naves que han intentado aterrizar en Marte no lo han conseguido.
Con
estas premisas, los ingenieros se enfrentaron al problema de colocar en
Marte un rover que tiene el tamaño y el peso de un utilitario. Al
principio se consideró repetir con los airbags, pero la solución tuvo
que descartarse debido al peso del vehículo. Se pensó también en colocar
al Curiosity sobre una plataforma que aterrizara y absorbiera los
posibles impactos, pero su tamaño la habría hecho del todo inmanejable.
Así
que hubo que inventar algo totalmente nuevo. La complicada secuencia de
aterrizaje del Curiosity se fue modelando a causa de la simple y pura
necesidad. Durante su entrada en la atmósfera y a 21.000 km. por hora,
el rover estará dentro de una cápsula protectora que le aisle de una
temperatura exterior que, debido a la fricción, alcanzará los 1.600
grados centígrados. Al mismo tiempo, una serie de retropropulsores
entrarán en funcionamiento para estabilizar y empezar a frenar la nave
en su descenso.
En caída libre
Cuando
la velocidad se haya reducido a unos 1.600 km./h, una pequeña carga
explosiva liberará un enorme paracaídas capaz de soportar hasta 30.000
kilogramos de peso. En ese momento, se desprenderá el pesado y ya inútil
escudo térmico. Un par de minutos más tarde la velocidad de descenso se
habrá reducido a unos 320 km/h y también el paracaídas saldrá eyectado.
Durante
un breve instante, y aún a 1.500 metros del suelo, el Curiosity estará
en caída libre, pero ocho retrocohetes entrarán entonces en
funcionamiento y volverán a frenarlo, al mismo tiempo que le alejarán a
unos 300 metros de distancia de los restos del paracaídas, que podrían
enredarse y dar al traste con la misión.
Treinta
y cinco segundos después, la velocidad de caída se habrá reducido hasta
apenas 3 km/h. En teoría, esos mismos cohetes podrían llevar al
Curiosity sano y salvo hasta la superficie, pero en la práctica
levantarían una enorme nube de polvo que podría dañar sus delicados
instrumentos.
Así
que, a 20 metros del suelo, los cohetes se apagarán y el Curiosity se
separará del cuerpo principal de la nave por medio de una "grúa aérea"
que mantendrá al rover colgado de una serie de cuerdas de siete metros
de largo. Es en ese momento cuando el vehículo desplegará sus seis
ruedas, que hasta entonces habían permanecido dobladas bajo su panza.
Cargas pirotécnicas
En
cuanto las ruedas toquen el suelo, una serie de cargas pirotécnicas
liberarán al rover de las cuerdas que lo sujetaban y un nuevo impulso de
los cohetes lanzarán el cuerpo principal de la nave a 450 metros de
distancia. Si todo sale bien, el Curiosity se encontrará entonces sano y
salvo sobre la superficie de Marte, listo para comenzar su misión.
Durante
los siete minutos que dura el descenso, el Curiosity transmitirá una
gran cantidad de datos a dos satélites de la NASA en órbita alrededor de
Marte (el Mars Odyssey y el Mars Reconnaissance Orbiter), así como al
satélite europeo Mars Express, que lleva en órbita del Planeta Rojo
desde 2003. Los tres ingenios seguirán segundo a segundo la maniobra y
transmitirán los datos a la Tierra.
Si todo marcha según lo previsto, el Curiosity
pasará dos años analizando el cráter, el clima y la geología del
planeta para determinar qué condiciones debería tener un futuro
asentamiento humano. E intentando responder por fin a la pregunta de si
hubo alguna vez vida en este mundo hermano de la Tierra.