Después de la velocidad real, el día siguiente de Usain Bolt y David
Rudisha, la velocidad simbólica del relevo femenino de Estados Unidos de
4x100 metros, que necesitó batir el récord del mundo de la prueba para
derrotar a las impresionantes jamaicanas. El valor simbólico de la
marca, increíble (40,82s, 55 centésimas inferior a la anterior) llegó
con el viento fresco del estadio olímpico de Londres, un frenesí
permanente: los nombres de Silke Gladisch, Sabine Rieger, Ingrid
Auerswald y Marlies Göhr, que representan como pocos los años de
esplendor, dudas y anabolizantes del atletismo femenino en nombre de la
República Democrática Alemana, quedaron ayer borrados de un plumazo del
listado de los récords mundiales, casi 27 años después de haber sido
grabados en él.
Sus 41,37s, logrados en Canberra (Australia), en octubre de 1985, ya no existen. Sus nombres serán sustituidos por los de cuatro estadounidenses: Tianna Madison, Allyson Felix, Bianca Knight y Carmelita Jeter, que representan la nueva y fresca velocidad (es la segunda medalla de oro para Felix, ya campeona olímpica de 200 metros; la tercera medalla para Jeter, ya en el podio de 100 y 200 metros). Segundas, en 41,41s, nuevo récord nacional, terminaron las jamaicanas (Fraser-Pryce, la campeona de los 100 metros, Simpson, Veronica Campbell Brown y Kerron Stewart. El bronce fue para Ucrania (42,04s). De la tarde primaveral australiana de 1987, 6 de octubre de 1985, en la que se batió aquel récord permanece aún en las tablas el más imposible de todos, el de los 400 metros femeninos de Marita Koch: 47,60s que quizás nadie pueda superar en otros 27 años, tan grande fue esa marca.
El Caribe se tomó la revancha pocos minutos después cuando en el relevo largo masculino, el 4x400, el cuarteto de Bahamas (Chris Brown, Demetrius Pinder, Michael Mathieu y Ramón Miller) aprovechó la pobreza de la generación actual estadounidense para infligirles una dolorosa derrota, tan dolorosa como el dolor que sufrió en la semifinal el norteamericano Mitchell, quien terminó su posta con una pierna rota y aguantándose los gritos, o como el dolor reflejado en la mirada del veterano Angelo Taylor, el último relevista estadounidense, quien no pudo evitar una mirada plena de miedo cuando, tras salir de la última curva en cabeza, levantó la vista hacia la pantalla gigante y comprobó cómo se le acercaba imparable para superarlo sin piedad Miller en los últimos metros. Ganó Bahamas, el primer oro olímpico en la historia del archipiélago que cuenta con 347.000 habitantes.
Las cuatro estadounidenses celebran el récord |
De la tarde primaveral de 1987 permanece el récord más imposible de todos, el de los 400 metros de Marita Koch
Sus 41,37s, logrados en Canberra (Australia), en octubre de 1985, ya no existen. Sus nombres serán sustituidos por los de cuatro estadounidenses: Tianna Madison, Allyson Felix, Bianca Knight y Carmelita Jeter, que representan la nueva y fresca velocidad (es la segunda medalla de oro para Felix, ya campeona olímpica de 200 metros; la tercera medalla para Jeter, ya en el podio de 100 y 200 metros). Segundas, en 41,41s, nuevo récord nacional, terminaron las jamaicanas (Fraser-Pryce, la campeona de los 100 metros, Simpson, Veronica Campbell Brown y Kerron Stewart. El bronce fue para Ucrania (42,04s). De la tarde primaveral australiana de 1987, 6 de octubre de 1985, en la que se batió aquel récord permanece aún en las tablas el más imposible de todos, el de los 400 metros femeninos de Marita Koch: 47,60s que quizás nadie pueda superar en otros 27 años, tan grande fue esa marca.
El Caribe se tomó la revancha pocos minutos después cuando en el relevo largo masculino, el 4x400, el cuarteto de Bahamas (Chris Brown, Demetrius Pinder, Michael Mathieu y Ramón Miller) aprovechó la pobreza de la generación actual estadounidense para infligirles una dolorosa derrota, tan dolorosa como el dolor que sufrió en la semifinal el norteamericano Mitchell, quien terminó su posta con una pierna rota y aguantándose los gritos, o como el dolor reflejado en la mirada del veterano Angelo Taylor, el último relevista estadounidense, quien no pudo evitar una mirada plena de miedo cuando, tras salir de la última curva en cabeza, levantó la vista hacia la pantalla gigante y comprobó cómo se le acercaba imparable para superarlo sin piedad Miller en los últimos metros. Ganó Bahamas, el primer oro olímpico en la historia del archipiélago que cuenta con 347.000 habitantes.