domingo, septiembre 30, 2012

Cómo explicar a un niño que el abuelo tiene alzhéimer

La mayoría se sienten desplazados cuando la enfermedad entra en casa.

Lo que es difícil de asumir para los mayores es más complicado aún de entender para los pequeños. Los niños no comprenden el proceso de envejecimiento, especialmente cuando va acompañado de enfermedades degenerativas. «No aceptan que los adultos tengan lagunas de memoria o que los abuelos en muchas ocasiones acaben viviendo con ellos, alterando, de repente, su entorno familiar, y haciéndoles sentirse desplazados», explica Ana Bergua, autora de «La abuela necesita besitos», un libro ideado específicamente para explicar la situación a los niños que conviven con familiares con enfermedades degenerativas, especialmente alzhéimer. Los pequeños, cuando llega esta situación, pueden experimentar diferentes sensaciones y estados de ánimo, tal y como explica Carolina Mendoza, neuropsicóloga del Centro Alzhéimer Fundación Reina Sofía, a lo que se une «que el niño no entiende que sus padres tengan que estar mucho más pendientes de el abuelo que de él, o dejar de hacer actividades que antes se hacían en casa», añade.

Lo importante es, según Inés Quiroga, psicóloga de la Fundación Alzheimer España (FAE), intentar explicar al niño que el abuelo está malito. «Depende de la franja de edad del nieto y del estado en el que se encuentre la enfermedad, pero siempre hay que tratar de explicar que el abuelo está enfermo y no pasar por encima de la situación como si esta no ocurriera». En la misma línea se expresa Mendoza, quien apuesta porque los padres cuenten con asesoramiento inicial para conocer los aspectos generales de la enfermedad y poder así establecer una comunicación clara y abierta con sus hijos sobre los cambios que van a experimentar con este miembro de la familia que ahora va a estar más cerca de todos y que no va a comportarse igual.

 

 

Informar según la edad


Los padres deben tener en cuenta, prosigue la neuropsicóloga del Centro Alzhéimer Fundación Reina Sofía, «que los niños sienten cuando algo va mal a cualquier edad y necesitan saber que está sucediendo, y por eso es importante familiarizarlo con la situación». Cuando son pequeños (4-7 años), la fórmula del cuento, coinciden Mendoza y Bergua, puede ser una ayuda. «Los padres pueden, por ejemplo, leer el cuento a sus hijos y relacionarlo con su historia personal. Esta abuela se pierde por el pasillo, ¿te acuerdas de cómo se perdió tu abuelita el otro día también?», explica la autora del cuento «La abuela necesita besitos». Entre los 8 y los 12, «son ellos los que preguntan sin rodeos», señala la psicóloga de la ONG FAE. Y a partir de la adolescencia, continua Quiroga, «incluso se les puede explicar con términos médicos que es una neurona, y lo que le ocurre cuando aparece la enfermedad».

En algunos casos, si el alzhéimer no está muy avanzado y todavía no existen muchas alteraciones de comportamiento, estas profesionales coinciden en que los pequeños pueden sentirse útiles. «Se trata de involucrar al niño, pero a través del juego o de actividades que le resulten gratas, y siempre sin exceder sus responsabilidades», sugiere Bergua. La neuropsicóloga del Centro Alzhéimer Fundación Reina Sofía, recomienda el hecho de que puedan compartir actividades sencillas. «Hace que puedan sentirse parte importante del proceso y, al mismo tiempo, entender por medio de las vivencias la enfermedad». En las fases iniciales los nietos que viven con sus abuelos enfermos de Alzhéimer, propone Mendoza, «pueden ayudarles en tareas tranquilas, seguras, que no impliquen ningún riesgo, por ejemplo, las tareas repetitivas son una de las mejores opciones, tales como acomodar y doblar la ropa, poner la mesa, ayudarles en el peinado, regar las plantas, caminar por el pasillo de casa...». «También hay otras actividades que se pueden hacer junto a los padres, como mirar juntos un álbum de fotografías de la familia y que entre todos identififiquen quienes están en ella, cuando fue tomada, etc., o poner música y tratar de cantar con él o ella canciones de su época que pudiera recordar», sugiere.

La autora de «La abuela necesita besitos» insiste en un remedio infalible para apaciguar los procesos degenerativos: «Amor, ternura y muchos besos». «Sí», corrobora la neurospsicóloga del Centro Alzhéimer Fundación Reina Sofía, «está comprobado que en fases avanzadas de la enfermedad el mantener el contacto ocular, darle besos o caricias... es positivo para estos enfermos, porque todavía pueden reaccionar ante los mismos aunque ya no se puedan comunicar verbalmente. En fases moderadas, el abrazarles, darles la mano, llamarles por su nombre... les ayuda a que puedan estar conectados con su entorno aunque no nos reconozcan, pero les brindamos compañía, seguridad y cariño», concluye.