El mayordomo de Benedicto XVI, Palo Gabriele, fue acusado de haber robado documentación a la Santa Sede, que luego fue divulgada por la prensa.
Como en la leyenda del parto de los montes, que despues de grandes
terremotos dió a luz un ratoncito, el tribunal de justicia vaticano
condenó hoy al mayordomo infiel del Papa, Paolo Gabriele, que le robó
cientos de documentos reservados y secretos de los apartamentos
pontificios, a tres años de cárcel que, con los atenuantes genéricos se
redujeron a un año y medio.
No faltará quién considerará
burlesco el resultado del proceso más grave que se recuerda en los
tiempos modernos en el Vaticano. Según algunas fuentes autorizadas se
reducirá a cero porque el Papa ya decidió conceder la gracia a
“Paoletto”, como el mismo Benedicto XVI llamaba con afecto a su
mayordomo.
Mañana el pontífice inaugurará el Sínodo Mundial de
Obispos consagrado a la nueva evangelización en el marco de las
celebraciones del 50mo aniversario del comienzo del histórico Concilio
Vaticano II, que reconcilió a la Iglesia con el mundo moderno. El jueves
11 Benedicto XVI festejará el aniversario y proclamará el comienzo del
Año de la Fe.
El Papa quiere y necesita que el escándalo del
mayordomo que no solo le robó cientos de documentos de su escritorio y
del escritorio de su secretario personal, monseñor Georg Gaenswein, sino
también un cheque de cien mil dólares, una pepita de oro y un libro de
1581 de mucho valor, no tape el despliegue mediático del Sínodo Mundial
de Obispos y las celebraciones del aniversario del Concilio.
La
sentencia final, que más parece un reproche que un castigo, fue
anunciada por el presidente del tribunal de tres magistrados togados del
Vaticano, Giuseppe Dalla Torre, tras dos horas de deliberaciones,
aunque en realidad todo estaba decidido y escrito de antemano.
El
proceso comenzó el sábado anterior y duró solo cuatro audiencias. La
última comenzó hoy con las arengas del fiscal y la defensa. “Paoletto”,
que se mostró como siempre impasible, hizo una última declaración
después que el juez Dalla Torre le preguntó: “Se siente usted culpable o
inocente?”.
“Lo que siento fuerte dentro de mí es la convicción
de que actue por esxclusivo amor, diría visceral, por la Iglesia de
Cristo y por su Jefe visible. Si lo debo repetir, no me siento un
ladrón”.
En el interrogatorio al que fue sometido en la segunda
audiencia del juicio, el martes, el mayordomo dijo que no se consideraba
culpable por la sustracción de los documentos sino “por haber
traicionado la confianza del Santo Padre, al que amo si fuera su hijo”.
Tras
su arresto, el 23 de mayo, por parte de la Gendarmería Pontificia,
Paolo Gabriele dijo que había sustraído cientos de documentos
ultrasecretos, que incluso llevaban la indicación de puño y letra del
pontífice de que debían ser destruído, porque se consideraba “un
infiltrado del Espíritu Santo” contra “el mal y la corrupción” que veía
por todas partes en las estructuras vaticanas.
El martes, en el
proceso, declaró que le impresionó varias veces lo mal informado que
estaba el Papa, a quién consideraba “fácil de manipular”.
“Paoletto”
dijo a los magistrados que había llevado fotocopias de los documentos
más explosivos a su confesor y padre espiritual, a quien identificó en
el juicio como el padre Giovanni. Hoy durante la requisitoria final, se
supo que el nombre completo es Giovanni Luzzi, quien quemó los
documentos pero recomendó a Gabriele que negara todo, a menos que lo
interrogara el Papa. Sin embargo, no ha sido procesado por este
comportamiento peor que ambiguo.
Paolo Gabriele se encuentra bajo
arresto domiciliario desde julio, después que transcurrió 53 días en
una improvisada celda en el Vaticano. Es ciudadano vaticano, como su
esposa y tres hijos, con los que sigue residiendo en el apartamento
cercano a la sede de la Gendarmería en el que siempre vivió. Su mujer,
Manuela Citti, dijo tras conocer con alivio la módica sentencia que “lo
unico que quiero es volver a abrazar a mi marido y estar junto a él”.
Dentro
de poco comenzará el otro proceso, a cargo del técnico informático de
la secretaría de Estado Claudio Sciarpelletti. El caso de Sciarpelletti
fue separado por los tres jueces del proceso principal, porque la
acusación contra el técnico, que entraba en los apartamentos pontificios
para arreglar las computadoras de las sacras estancias del Papa, en el
tercer piso del Palacio Apostólico vaticano, es menor porque se lo acusa
de encubrimiento.
Pero en este proceso a Sciarpelletti hay un
testigo que suscita muchas expectativas. Se trata de monseñor Carlo
María Polvani, de la Secretaría de Estado, quién habría dado al técnico
informatico un documento que ´Sciapelletti debía a su vez consignar a
“Paoletto” para pasarlo a la prensa, como hacía el mayordomo infiel.
Monseñor
Polvani es sobrino del arzobispo Carlo María Viganó, cuyo informe en el
que denunciaba directamente al Papa un mecanismo extendido de
corrupción en la Gobernación de la Ciudad del Vaticano, fue robado por
el mayordomo infiel y entregado a un periodista que lo difundió en un
programa de televisión, armando un escándalo mayúsculo.
Enemigo
jurado del secretario de Estado, cardenal Tarcisio Bertone, el principal
colaborador del Papa Joseph Ratzinger, el arzobispo Viganó no fue
fulminado por el Papa pese a que desmintieron sus denuncias, sino
extrañamente promovido, para sacarlo del medio, a nuncio (embajador) del
pontífice en la corte diplomática de Washington, donde sigue
actualmente.
El primer balance de este escándalo del mayordomo
infiel es que la autoridad del Papa sufre un nuevo golpe de
desprestigio, porque son más las sombras del ocultamiento que las luces
de la verdad lo que emerge de la sentencia de hoy.