Es muy probable que el lector recuerde a la famosa bacteria del arsénico, que la NASA presentó a bombo y platillo en 2010 porque, según los autores de la investigación, era capaz de sustituir en sus moléculas el fósforo por el arsénico, uno de los más dañinos venenos que existen. El hallazgo suponía una nueva forma de «estar vivo»
que desafiaba todo lo que creíamos saber hasta ahora sobre el
complicado proceso bioquímico de la vida. Sin embargo, pronto se alzaron
las voces de otros científicos que clamaban contra la investigación y
la tachaban de falsa o incompleta. Un nuevo estudio, publicado esta
semana en la revista Nature, viene a ahondar en las críticas. Según
explican, las bacterias son capaces de «pescar» pequeñas cantidades de fosfato en su entorno, incluso si se encuentran en ambientes muy ricos en arsenio. Es decir, no emplean el veneno para vivir.
Los investigadores del Weizmann Institute of Science en
Rehovot, (Israel) observaron esta característica en varias cepas
bacterianas, incluyendo la cepa del lago rico en arsénico de California,
el lago Mono, donde fue descubierta la supuesta bacteria del arsénico.
Los investigadores observaron cómo estos microorganismso se las arreglan para obtener fosfato, un elemento esencial para la vida, en lugares altamente tóxicos.
De esta forma, pueden tolerar altas concentraciones extracelurares de
arsénico, pero aún así utilizar fosfato en sus biomoléculas.