viernes, octubre 05, 2012

Un macabro ritual para ganar la eternidad

El pueblo Toraja de Indonesia sacrifica cada año decenas de búfalos desangrados para celebrar sus macabros rituales funerarios.

La sangre encharca la tierra de la plaza central de Tikala, un pequeño poblado Toraja. Más de 10 búfalos han sido sacrificados en apenas media hora. Los matarifes saben lo que se hacen: un certero machetazo en el cuello del animal hace brotar un reguero rojo, ante una multitud que grita con una mezcla de asombro y satisfacción.

Mientras el búfalo agoniza en el suelo intentado levantarse, otra cuchillada rebana el gaznate de un precioso ejemplar albino de ojos azules. Su blanco pelaje se tiñe rápidamente de rojo, pero es un ejemplar fuerte y se resiste a caer. El matarife vuelve a hundir el cuchillo en su cuello y, esta vez, lo remueve en su interior para provocar una mayor hemorragia. El búfalo albino se rinde y cae junto al cuerpo inerte de otros animales. La escena se repetirá una y otra vez hasta acabar con la vida de los 20 ejemplares que se han conseguido reunir para esta celebración.

El macabro ritual tiene su sentido dentro de las tradiciones de este pueblo que habita el centro de la isla indonesia de Sulawesi. Los Toraja creen que para encontrar el camino hacia el Puya (cielo), los muertos tienen que viajar en compañía de las almas de los búfalos. Cuantos más mejor.

 

 

Muertos en formol


Según sus creencias, el funeral es el momento más importante en la vida del ser humano y, por ello, requiere una ceremonia por todo lo alto. A la celebración, que dura cuatro días, asisten centenares de invitados llegados desde toda Indonesia y también desde el extranjero. Por esta razón, los funerales se suelen celebrar en época vacacional: durante los meses de julio, agosto y, en menor medida, septiembre.

La de hoy es una de las últimas ceremonias de la 'temporada'. Todos se visten con sus mejores galas, realizan ceremoniosos desfiles, pasean a hombros el ataúd y cantan delante de los animales sacrificados. No hay lágrimas porque los Toraja pasan toda su vida preparándose para la muerte, ahorrando para poder celebrar, como es debido, su paso al más allá.

De hecho, si en el momento de la muerte la familia no dispone de los recursos suficientes para organizar el fastuoso funeral, embalsaman al difunto con inyecciones de formol y lo guardan en casa el tiempo que sea necesario. A veces las familias conviven durante diez años con el fallecido. No importa esperar, lo esencial es celebrar un funeral de altura para que el muerto alcance el Puya. De no hacerlo así, su alma quedaría vagando por la tierra y traería todo tipo de desgracias a los que fueron sus seres más queridos.