Después de la intentona de adelantar el Cónclave, a la que se han opuesto importantes cardenales norteamericanos, el «frente italiano» ha iniciado una operación de desgaste poniendo en primer plano el «caso Mahony»
con una furia casi mayor que la de las víctimas de los abusos sexuales
en California. De repente, el semanario católico «Famiglia Cristiana» y
buena parte de los diarios italianos se rasgan las vestiduras al unísono
por el descrédito que la presencia del cardenal Roger Mahony –desautorizado formalmente por su sucesor, el arzobispo José Gómez- traería sobre el Cónclave.
Esta repentina preocupación por los problemas de la
diócesis de Los Ángeles tiene un aire sospechoso a operación contra los
cardenales americanos. Es cierto que el problema de los abusos fue muy
grave en las diócesis de Boston y Los Ángeles, y que los respectivos
cardenales de entonces, Bernard Law y Roger Mahony, practicaron un
vergonzoso encubrimiento. Pero también es cierto que los obispos de
Estados Unidos fueron los primeros en abordar el problema con energía y
los que han proporcionado al resto de las conferencias episcopales la
«hoja de ruta» para resolver esa lacra.
El repentino estruendo en medios italianos sobre el «caso
Mahony» pretende poner sobre el tapete en Roma –y por tanto en todo el
mundo, pues la caja de resonancia del pre-cónclave está funcionando ya a
todo volumen- algo que es un problema de Estados Unidos. Son los fieles
americanos y los cardenales de ese país los que tienen que insistir a
Mahony para que no viaje a Roma.
Mala gestión
El Papa
puede cesar a un cardenal si hay motivos graves. El último caso fue el
del cardenal tradicionalista y antisemita francés Louis Billot. Cuando
Pío XI consideró que su conducta era ya inaceptable le convocó a Roma el
13 de septiembre de 1927 para una audiencia privada. Duro sólo unos
minutos. Billot salió del encuentro sin el solideo púrpura, el anillo y
la cruz pectoral.
La mala gestión de Mahony no ha merecido ni mucho menos
medidas tan drásticas. Pero el arzobispo emérito de Los Ángeles tiene la
posibilidad legal de evitar que los días previos al Cónclave se
conviertan en recordatorio de un problema penoso. El artículo 38 de la
constitución apostólica «Universi Dominici gregis» exime de acudir al
Cónclave en caso «de enfermedad o de algún otro impedimento grave». Si
Mahony se considera en situación de «impedimento grave», puede quedarse
en casa.
La historia de los abusos en la diócesis de Los Ángeles es
archiconocida. La novedad es que se haya organizado una operación para
ponerla en primer plano en Roma. Es la primera de las cortinas de humo y
de las «maniobras de espejos» que van a tener lugar de aquí al 15 de
marzo. Lo interesante no es tanto mirar al movimiento de las marionetas
como intentar descubrir quién mueve los hilos y con qué objetivo.
Protección a los italianos
El «caso Mahony» no es el único fenómeno de curiosa
sintonía de grupo en la prensa italiana. También lo es el descubrimiento
del cardenal de Boston, el capuchino Sean O’Malley como «papable» de un
día para otro. Una de las maneras de desgastar a un candidato es
ponerlo en el candelero antes de tiempo.
Por fortuna, los cardenales electores más serios no se
dejan influenciar por la Prensa pero a otros puede cansarles ver
demasiado a un colega en las páginas de los periódicos. Curiosamente, la
prensa italiana habla poco de candidatos italianos. Todos saben que
hacerlo antes de tiempo daña sus posibilidades de reunir 78 de los 117
votos, un listón muy alto que requiere mucha prudencia.
Comparado con el Cónclave de abril del 2005, el del próximo
mes tiene como problema adicional la sobrecarga de medios digitales
dando noticias apresuradas en tiempo real, incluso cuando no sucede
nada. Hay más estruendo inútil que en ningún otro pre-cónclave de la
historia.