Las exigencias de los rebeldes sunitas a Occidente para que intervenga contra Damasco se unen a los últimos ataques aéreos de Israel contra Siria para pintar un panorama contradictorio, que pone al país hebreo y a los insurgentes del mismo lado.
Tras los últimos acontecimientos surgen versiones, según las cuales las
condenas mesuradas de los países árabes a los ataques israelíes se explicaría por el así llamado pacto de media luna que, bajo la tutela de Israel, aúna a tales países como Arabia Saudita, Emiratos Árabes, Jordania y Turquía en contra de Siria, Irán y Líbano.
Varios medios remiten a fuentes en Washington para sostener que la colaboración entre Jerusalén en el ámbito de la defensa antimisiles con Abu Dabi y Riad está cerrada. De ser así, Arabia Saudita y los Emiratos Árabes podrían permitir el acceso de las fuerzas del estado hebreo a sus radares, que monitorean el territorio del Golfo Pérsico e Irán a cambio de apoyo militar. Jordania, a su vez, pondría a disposición de sus posibles aliados el sistema antiaéreo ARROW, destinado a interceptar misiles de largo alcance. Mientras, Ankara niega oficialmente su cooperación en esta materia con el país judío. Algunos expertos creen que la situación de hecho es aún más complicada y no es Israel quien realmente maneja los hilos de la campaña.
El analista internacional Juan Luis González Pérez opina que ni los ataques de Israel sobre los suburbios de Damasco ni el traslado de terroristas de todo el mundo a la frontera de Siria no podrían tener lugar "sin el permiso de Obama".
Los conflictos militares pueden propiciar la creación de alianzas no solo con propósitos políticos, sino también con fines financieros. Analistas políticos opinan que la implicación en este plan de varios países sunitas fue programada de antemano por Washington para hacer que la industria bélica brinde mayores beneficios.
“Lo cierto es que Israel y Washington han perseguido varios objetivos en la región”, comenta el analista político Basem Tajeldine, que señala el complejo militar industrial y los intereses geopolíticos en la región como dos de los principales. “Por eso ellos han necesitado históricamente crearse un enemigo para justificar la venta de arma”, sostiene.
Pese a que el futuro de esta supuesta alianza es incierto, hay algo que sí es seguro. La soga en el cuello de Damasco se sigue apretando y, si no se producen cambios, pronto será muy difícil que Siria tenga un respiro.
Varios medios remiten a fuentes en Washington para sostener que la colaboración entre Jerusalén en el ámbito de la defensa antimisiles con Abu Dabi y Riad está cerrada. De ser así, Arabia Saudita y los Emiratos Árabes podrían permitir el acceso de las fuerzas del estado hebreo a sus radares, que monitorean el territorio del Golfo Pérsico e Irán a cambio de apoyo militar. Jordania, a su vez, pondría a disposición de sus posibles aliados el sistema antiaéreo ARROW, destinado a interceptar misiles de largo alcance. Mientras, Ankara niega oficialmente su cooperación en esta materia con el país judío. Algunos expertos creen que la situación de hecho es aún más complicada y no es Israel quien realmente maneja los hilos de la campaña.
El analista internacional Juan Luis González Pérez opina que ni los ataques de Israel sobre los suburbios de Damasco ni el traslado de terroristas de todo el mundo a la frontera de Siria no podrían tener lugar "sin el permiso de Obama".
Los conflictos militares pueden propiciar la creación de alianzas no solo con propósitos políticos, sino también con fines financieros. Analistas políticos opinan que la implicación en este plan de varios países sunitas fue programada de antemano por Washington para hacer que la industria bélica brinde mayores beneficios.
“Lo cierto es que Israel y Washington han perseguido varios objetivos en la región”, comenta el analista político Basem Tajeldine, que señala el complejo militar industrial y los intereses geopolíticos en la región como dos de los principales. “Por eso ellos han necesitado históricamente crearse un enemigo para justificar la venta de arma”, sostiene.
Pese a que el futuro de esta supuesta alianza es incierto, hay algo que sí es seguro. La soga en el cuello de Damasco se sigue apretando y, si no se producen cambios, pronto será muy difícil que Siria tenga un respiro.