Los periodistas nos encontramos, repasando teletipos o prensa extranjera, muchas noticias curiosas o sorprendentes que a veces no se dan en los medios de comunicación en los que trabajamos. Una de ellas, que se conoció ayer, me parece indignante. En resumen, una niña de seis años en Georgia (EE UU) tiene una rabieta en el cole, se pone a destrozar cosas, la escuela llama ¡a la policía! que la esposa, manos a la espalda, y se la lleva a la comisaría en un coche patrulla. Eso sí, no han presentado cargos "porque es muy pequeña". Menos mal. Pero la han expulsado de la escuela, a la que no podrá volver hasta agosto.
Los compañeros de Associated Press que dan la noticia cuentan que activistas de derechos humanos y expertos en derecho penal en Estados Unidos alertan de que cada vez es más frecuente que profesores o directores frustrados llamen a la policía por incidentes menores con alumnos. Políticas de tolerancia cero, intentos desesperados de llamar la atención a padres pasotas o la creciente presencia policial en zonas escolares en las últimas décadas tras matanzas como la del Instituto Colombine contribuyen a estas situaciones absurdas, que el reciente caso de Salecia Johnson ha vuelto a sacar a la palestra.
Los hechos se projeron el viernes en Milledgeville, una ciudad de 18.000 habitantes a unos 145 kilómetros de Atlanta al que pertenece la escuela elemental Creekside. El distrito escolar ha asegurado en un comunicado que la alumna empujó a compañeros, huyó del personal de la escuela, golpeó sillas, pintó en las paredes e incluso hirió a un responsable del colegio al tirar una pequeña estantería, en una conducta "violenta y perturbadora". Aun siendo todo esto cierto, ¿qué tipo de escuela es y qué tipo de profesionales trabajan ahí que no son capaces de controlar una situación así por sí mismos? Puede que estuviera justificado con una adolescente de 1,70 metros, pero con una niña de 6 años...
"Los niños están siendo detenidos por ser niños", denuncia Shannon Kennedy, una abogada de derechos humanos citada por AP que ha demandado al distrito de Albuquerque (Nuevo México) , donde cientos de niños han sido arrestados en los últimos años por cosas como usar teléfonos móviles en clase, eructar, negarse a cambiar de sitio, romper un libro o inflar un condón.
"El Departamento de Policía de Milledgeville fue llamado para ayudar en última instancia debido a los problemas de seguridad para la estudiante, para el resto de compañeros de clase y para el personal de la escuela", se han justificado las autoridades educativas. Mientras, el jefe interino de la policía, Dray Swicord, ha explicado que la política del departamento es esposar a la gente que llevan a comisaría, independientemente de su edad, "por su seguridad y por la de los agentes". Nadie ha pedido disculpas a la familia.
La policía niega que la niña fuera llevada a una celda, como asegura Candace Ruff, la tía de Salecia, que acompañó a la madre a recogerla. La pequeña decía que "le dolían las muñecas" porque las esposas "estaban muy apretadas". "Estaba tan conmocionada cuando fuimos a recogerla...", relata. La policía dice que la llevaron a la sala de la brigada y que le ofrecieron un refresco mientras venía su familia.
Mientras el sindicato de profesores de Albuquerque insiste en que el comportamiento de los alumnos es cada vez peor estos dias, el senador de Texas John Whitmire ha puesto un poco de cordura, al recordar que profesores y policías deben distinguir entre los estudiantes a los que temen (porque llevan armas o drogas, por ejemplo) de aquellos con los que están enfadados. "No hay que hacer de eso un crimen". Y es los profesores no se dan cuenta de que solicitar la intervención de la policía para resolver un incidente escolar puede tener como consecuencia que se presenten cargos contra el menor.
El antiguo jefe de policía de Charlotte (Carolina del Norte) y director ejecutivo de la Asociación de Jefes de Grandes Ciudades Darrel Stephens admite cierta preocupación porque "los colegios dependen un poco excesivamente de los agentes de policía para resolver problemas disciplinarios".
La madre de Salecia, Constance Ruff, que cree que no se trata por igual a todos los alumnos, ha explicado que su hija "tiene cambios de humor algunos días", como todo el mundo. "Creo que sólo era uno de sus días malos". Y añade: "No queremos que le pase a otros niños. Es devastador".