Ante la creciente popularidad del bitcóin y su extraordinario encarecimiento en las últimas semanas, no cesan de surgir dudas sobre si la moneda virtual puede desbancar a las divisas convencionales o si es una burbuja que está a punto de explotar.
El incremento del precio de un bitcóin desde su equivalencia con el dólar en 2011 hasta más de 900 dólares por unidad este mes ha fomentado una clásica fiebre especulativa, en la que cada vez más personas pretenden sacar tajada de la compra y posterior venta de una mercancía por un precio considerablemente más alto.
Sin embargo, las burbujas especulativas explotan tarde o temprano. En 2011 el bitcóin cayó desde 33 a un dólar. Y tras alcanzar el récord de 900 dólares, su precio cayó a la mitad antes de volver a crecer. Para crear una burbuja también hacen falta personas que se consideren inversionistas sensatos en medio de otros lo suficiente estúpidos como para comprarles a ellos después su "producto", sea este el que sea, a un precio muy superior.
Eso nos retrotrae a los Países Bajos durante el siglo XVII, cuando una euforia especulativa conocida como 'tulipomanía' elevó los precios de los bulbos de tulipán a niveles desorbitados dando lugar a una gran burbuja económica y a una formidable crisis financiera. La insólita demanda de bulbos que impulsó sus precios, motivó el nacimiento de futuros y opciones de compra sobre ellos.
Se empeñaban haciendas para comprar bulbos, la euforia convertía a los pobres en ricos y a los ricos en superricos. En 1635 un bulbo llegó a costar un precio equivalente a 24 toneladas de trigo. En febrero de 1636 la burbuja estalló: todo el mundo quería vender y nadie compraba. La bancarrota golpeó a todas las clases sociales. El sector de los tulipanes se vio repentinamente en la quiebra más absoluta.
Pero la burbuja del bitcóin nos dice tanto sobre la importancia de esta moneda como lo hace la 'tulipomanía' sobre la relevancia de la floristería en el siglo XVII. Según David Birch, un consultor en transacciones electrónicas citado por 'The Guardian', la economía está al borde de un cambio y la causa es Internet. Birch cree que el bitcóin es un buen remplazo del dinero en efectivo para los negocios en línea, ya que no se puede rastrear ni se le aplica una comisión bancaria.
En este sentido los sistemas como PayPal y las tarjetas de crédito le están cediendo terreno. Algunos partidarios de la nueva moneda la comparan con el patrón oro: el concepto de que las monedas deben estar garantizadas por metales preciosos más que por la imprenta de billetes de los bancos centrales o por las promesas del Gobierno.
Según un grupo de promotores estadounidenses del bitcóin citado por el diario, este concepto es inherente al bitcóin y es la razón por la que se llama 'mineros' a los usuarios que proporcionan sus computadoras para la realización de operaciones para apoyar el funcionamiento del sistema bitcóin, basado en el intercambio de datos lineal de tipo 'torrents'.
Como resultado, reciben un pago en bitcoines que liberan (o 'extraen') de esta manera. Otro rasgo común con el oro es que la oferta de bitcoines está limitada a 21 millones de unidades.
Mientras unos prometen al bitcóin el futuro que en su tiempo se prometía a Internet por su flexibilidad y accesibilidad a la innovación, otros creen que el hecho de que la moneda no esté regulada por un banco central significa que nunca alcanzará un uso mayoritario o generalizado.
"Las economías actúan mejor cuando tienen una política monetaria guiada", comentó Chris Salmon, el cajero jefe del Banco de Inglaterra, en una charla sobre el bitcóin la semana pasada. "Por eso [el bitcóin] nunca se convertirá en nada más que una alternativa al dinero regulado por un Estado", agregó.
Aun así, Ben Bernanke, el presidente de la Reserva Federal de EE.UU., señaló este mes en una carta al Comité de Seguridad Nacional que, aunque las monedas virtuales suponen riesgos, "también hay áreas en las que pueden ser prometedoras a largo plazo".
Sin embargo, las burbujas especulativas explotan tarde o temprano. En 2011 el bitcóin cayó desde 33 a un dólar. Y tras alcanzar el récord de 900 dólares, su precio cayó a la mitad antes de volver a crecer. Para crear una burbuja también hacen falta personas que se consideren inversionistas sensatos en medio de otros lo suficiente estúpidos como para comprarles a ellos después su "producto", sea este el que sea, a un precio muy superior.
Eso nos retrotrae a los Países Bajos durante el siglo XVII, cuando una euforia especulativa conocida como 'tulipomanía' elevó los precios de los bulbos de tulipán a niveles desorbitados dando lugar a una gran burbuja económica y a una formidable crisis financiera. La insólita demanda de bulbos que impulsó sus precios, motivó el nacimiento de futuros y opciones de compra sobre ellos.
Se empeñaban haciendas para comprar bulbos, la euforia convertía a los pobres en ricos y a los ricos en superricos. En 1635 un bulbo llegó a costar un precio equivalente a 24 toneladas de trigo. En febrero de 1636 la burbuja estalló: todo el mundo quería vender y nadie compraba. La bancarrota golpeó a todas las clases sociales. El sector de los tulipanes se vio repentinamente en la quiebra más absoluta.
Pero la burbuja del bitcóin nos dice tanto sobre la importancia de esta moneda como lo hace la 'tulipomanía' sobre la relevancia de la floristería en el siglo XVII. Según David Birch, un consultor en transacciones electrónicas citado por 'The Guardian', la economía está al borde de un cambio y la causa es Internet. Birch cree que el bitcóin es un buen remplazo del dinero en efectivo para los negocios en línea, ya que no se puede rastrear ni se le aplica una comisión bancaria.
En este sentido los sistemas como PayPal y las tarjetas de crédito le están cediendo terreno. Algunos partidarios de la nueva moneda la comparan con el patrón oro: el concepto de que las monedas deben estar garantizadas por metales preciosos más que por la imprenta de billetes de los bancos centrales o por las promesas del Gobierno.
Según un grupo de promotores estadounidenses del bitcóin citado por el diario, este concepto es inherente al bitcóin y es la razón por la que se llama 'mineros' a los usuarios que proporcionan sus computadoras para la realización de operaciones para apoyar el funcionamiento del sistema bitcóin, basado en el intercambio de datos lineal de tipo 'torrents'.
Como resultado, reciben un pago en bitcoines que liberan (o 'extraen') de esta manera. Otro rasgo común con el oro es que la oferta de bitcoines está limitada a 21 millones de unidades.
Mientras unos prometen al bitcóin el futuro que en su tiempo se prometía a Internet por su flexibilidad y accesibilidad a la innovación, otros creen que el hecho de que la moneda no esté regulada por un banco central significa que nunca alcanzará un uso mayoritario o generalizado.
"Las economías actúan mejor cuando tienen una política monetaria guiada", comentó Chris Salmon, el cajero jefe del Banco de Inglaterra, en una charla sobre el bitcóin la semana pasada. "Por eso [el bitcóin] nunca se convertirá en nada más que una alternativa al dinero regulado por un Estado", agregó.
Aun así, Ben Bernanke, el presidente de la Reserva Federal de EE.UU., señaló este mes en una carta al Comité de Seguridad Nacional que, aunque las monedas virtuales suponen riesgos, "también hay áreas en las que pueden ser prometedoras a largo plazo".