Whatsapp es una de las aplicaciones más populares del mercado. Ya existen varias leyendas urbanas sobre
las funcionalidades del Whatsapp (y sobre si algún día pasará a ser de
pago). Pero ¿es esa aplicación tan popular además especialmente
peligrosa?
Como
alertaban ya a principios de mayo desde la empresa de seguridad G Data,
«dado que el flujo de datos de Whatsapp no está encriptado, todos los
mensajes, fotos, localizaciones, etc enviados a través de WiFi pueden ser interceptados».
Hacerlo a través de la red de la operadora de telecomunicaciones que da
servicio al usuario de turno es también posible, pero más complejo.
Quien quiera fisgar en las conversaciones
ajenas en un entorno WiFi no tiene más que contar con un dispositivo
Android con una no muy complicada preparación técnica para hacerlo.
Y,
a pesar de esta situación, los usuarios no se sienten especialmente
amenazados. «No tenemos la sensación de que los usuarios por regla
general sean conscientes de la amenaza ni de los riesgos que entraña
utilizar esta aplicación a través de redes WiFi fácilmente atacables y
especialmente vulnerables
si las aplicaciones no utilizan la codificación de la información, como
es el caso de Whatsapp», nos explica el portavoz de G Data, Nacho
Heras, por email.
«El
tema de cuanto es o no de seguro depende de la perspectiva de lo que
quieras compartir», apunta por su parte Vicente Díaz, analista de
Kaspersky Lab. «No es que haya un agujero de seguridad (en Whatsapp)»,
señala. «Simplemente podrían hacerlo mejor».
La
enorme popularidad de la aplicación es la que ha convertido el tema en
«sensible». Según Díaz, los principales problemas serían que se puede
interceptar el mensaje enviado y que se registran algunos fallos a la
hora de transmitir información. «En el tema de la privacidad, no somos conscientes»,
denuncia. «Pero no somos conscientes, en general, de todo lo que usamos
a diario». El email o el SMS también podrían ser cuestionados. «Es
genérico. No somos conscientes de cómo funcionan las cosas por dentro».
Puertas al fraude
«Lo
único que puede hacer el usuario es informarse», apunta Vicente Díaz,
de Kaspersky, que invita a averiguar qué implica todas esas condiciones
de uso que asumimos cuando nos descargamos una aplicación.
Como señala Díaz, aprendimos en su momento para usar de forma poco arriesgada el email y tendremos que aprender a usar las nuevas herramientas de comunicación, como las redes sociales y las aplicaciones (donde ahora mismo abrimos prácticamente cualquier link que se nos envíe).
«Todo lo que sean comunicaciones son una puerta abierta al fraude», alerta. El riesgo, por tanto, siempre estará ahí fuera.